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La importancia del perro en la vida de los habitantes de las comunidades rurales se manifiesta en la tradición oral de sus pueblos y por esto existen muchos mitos vinculados a este animal. Roberto Fuentes Cañizales reportó en una de sus obras el mito del Cadejo, el cual recopiló en Chiapas. Sin embargo, este relato está presente en varios estados de México y algunos países de Centroamérica.

El Cadejo, se dice, es un perro negro con ojos de diferente color que se convierten en flamas cuando ataca a sus víctimas. Su apariencia es la de un enorme lobo con los pelos erizados sobre el lomo. Gruñe y ladra de manera tal que asusta a los demás animales. Si le oyen, todos se alejan lo más posible. Cuando el Cadejo acecha a las personas, muestra sus enormes colmillos. De su hocico sale un ardiente aliento que quema, con un insoportable olor a azufre. Es hábil, pues ataca de sorpresa a sus víctimas.

Muchas personas aseguran que el Cadejo es el perro del Diablo, que ocasionalmente se escapa por las noches de los infiernos y viene al mundo de los vivos para hacer maldades a los hombres que están en pecado e intenta llevarse su alma. Al encontrarse con el perro maligno, muchas personas mueren del susto o de las mordidas que el Cadejo les inflige. También son conocidos los relatos que lo relacionan con el nagual. En estos casos se dice que un brujo, con pacto diabólico, es quien se transforma en el Cadejo. Por esta razón, este relato tiene mucha vigencia en varias regiones de Chiapas, pues se dice en este estado hay mucha brujería.

Cuenta la gente de las comunidades que la diversión favorita del Cadejo es desafiar a otros perros con su aullido. Éstos, ignorando su macabra intención, se acercan para responder al reto. Se le abalanzan en montón pero el diabólico animal se los quita de encima y les da una terrible revolcada.

Después de la paliza, los pobres perros quedan todos muy lastimados. Por lo general, no se reponen de las lesiones y van enflaqueciendo lentamente como si secaran, hasta que se mueren (Continuará).

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