La soledad me habita

Es irónico, pero a la soledad le gusta la compañía...

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Es un poco irónico, si me permites decirlo, pero a la soledad le gusta la compañía y por lo que no te he dicho me ha ido trenzando el cabello, ha hecho hueco en mi alma, se ha carcomido pedazos de mis recuerdos. Por lo que no te he dicho, me ha ido escalando, trepando hasta cubrirme, sin darme cuenta, con hojas de verano en un eterno invierno. Por lo que no te he dicho, me mantiene presente y a ratos ausente. Como hoy o como ayer.

Y es que lo que no te he dicho te lo digo en sueños y en los desgastados escenarios, donde mis palabras vuelan perfectas a tu encuentro, pero, al despertar, la soledad revolotea encantada en la oscuridad, mirándome desde cada esquina, ensombreciendo aún más los débiles reflejos que se asoman entre las cortinas, apagando la luz de luna, alargando las sombras sobre el suelo y las paredes mientras se come mi esperanza como si fuera un racimo de uvas.

Y lo que es peor, me espera juguetona hasta el amanecer, posando sus invisibles manos sobre mis ojos, para mirar a través de ella el cielo más gris, los árboles decaídos y un sol que ya no quiere salir. Rodea con un brazo mis hombros para hacerme sentir una sutil pena que hace nido en mí, que me desintegra, mientras me conduce a rastras por una taza de café, mientras sonríe contenta.

A la soledad le gusta la compañía, te digo, y por cada “te amo” que no te he dicho, por cada “te extraño” que no te he dicho, me ha tomado como rehén, haciéndose un ovillo junto a mi corazón, repasando conmigo tu rostro y tapándose con mis recuerdos. Encantada y adormecida al fin, a sabiendas de que ha encontrado un hogar. A la soledad le gusta la compañía. Es un poco irónico, si me permites decirlo.

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