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Para muchas madres que son empleadas, conciliar el trabajo con su familia resulta una tarea titánica, sobre todo porque nuestra legislación queda a deber a las mamás que quieren realizar las dos tareas.

Usualmente la familia se ve sacrificada, dado que para muchas mujeres el trabajo no es un lujo sino una necesidad para sacar adelante las necesidades más básicas, así como la educación de sus hijos.

Sabemos que la familia sigue ocupando el rol central de nuestra sociedad: es la primera escuela de la vida, en ella aprendemos lo que es el ser humano, a amar, compartir, enfrentar el dolor, superar obstáculos, desarrollar las capacidades y convivir en comunidad; por todo ello y por el valor que aporta en los ciudadanos, es menester cuidarla y promoverla.

¿Quién tiene el deber de apuntalarla, defenderla y fortalecerla? En realidad es tarea de todos, pues supone una inversión para el futuro, sobre todo ahora que la familia ha recibido fuertes heridas como la pobreza, la inseguridad, la violencia y la inequidad que poco a poco la van orillando a la desintegración.
Se puede decir que antes el ambiente preservaba a la familia, pero ahora sucede lo contrario, pues es blanco de numerosos ataques.

En España ya se han tomado diversas medidas y algunas de ellas se podrían replicar en nuestro país con voluntad de hacer las cosas entre gobierno, empresarios y sociedad civil.

El IMSS ha puesto un granito de arena, pues ha dejado a las mamás que decidan cómo quieren administrar sus 84 días de permiso por gestación, y ya cuentan desde 2016 con el 100% de su salario durante la incapacidad por maternidad; sin duda muchas preferirán tomarse más semanas para estar con su bebé recién nacido y con ello privilegiar la lactancia materna que es tan importante para fortalecer el vínculo madre-hijo.

También ha quitado el “candado” para que aquellas que quieran llevar con un médico externo el cuidado de su embarazo puedan hacerlo sin perder las prerrogativas del Instituto, con lo cual, dicho sea de paso, el mismo instituto se beneficia, ya que sabemos lo sobrecargado que está para satisfacer la demanda de servicios de salud.

Pero ¡aún falta mucho más! En una encuesta realizada por el Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer (Cefim), casi el 40% de las mujeres de lo que más se quejan es de la doble carga de trabajo, seguida por la violencia (22%) y la desintegración familiar (20%), dejando muy por debajo otros problemas.

Quisieran políticas amigables en la empresa, no cuentan con permisos ni horarios flexibles de trabajo; para otras, el tema es el tiempo que pierden en traslados, que existen pocas guarderías o que no cuentan con el apoyo de sus superiores o compañeros.

¿Qué tal si damos un salto superior? Por qué no acceder a seis meses de incapacidad por maternidad, a que los papás tengan también prerrogativas amplias para estar con sus bebés, a contar con 60 días económicos a cambio de devolverlos con horas extra para hacerle frente a las exigencias familiares, sean para atender problemas de salud o cualesquiera que necesiten; por qué no empezar a trabajar por objetivos y tener horarios flexibles, por qué no exigir por ley que se cuente con lactarios en todas las empresas.

Tantas cosas buenas que se pudieran hacer y cuánta falta le hace a papá y mamá tener el tiempo para cuidar, formar y educar a sus hijos. 

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