Muerte por Twitter

Las redes sociales tienen un gran poder para inflar y sacar de proporción los hechos.

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Las redes sociales son tan poderosas como peligrosas. No saber usarlas -y cómo no usarlas- es tan riesgoso como tomar el volante de un auto sin saber conducir.

La semana pasada, durante la novena Conferencia Mundial sobre Periodismo Científico en Seúl, el premio Nobel Tim Hunt, en una sesión sobre mujeres en ciencia, tuvo la pésima idea de comenzar con una broma: “Déjenme contarles cuál es mi problema con las mujeres. Cuando uno comparte laboratorio con ellas, ocurren tres cosas: se enamoran de ti, te enamoras de ellas, y si las criticas, lloran”.

Inmediatamente algunas científicas y periodistas presentes tuitearon el comentario del científico, que a ellas les parecía de un increíble mal gusto.

Lo que sigue era predecible: la noticia se hizo viral, provocó comentarios exagerados y extremos, llegó a los medios y apareció en la prensa de todo el mundo.

Hubo burlas, críticas y ataques sangrientos. Lo terrible fue que también hubo consecuencias reales. El University College de Londres, donde Hunt era investigador, le pidió su renuncia. Y el Consejo Europeo de Investigación, al que había dedicado años, lo obligó a abandonar el comité del que formaba parte.

Con su reputación en ruinas, Hunt se considera “acabado”. “Me arrojaron a los leones, sin siquiera preguntarme mi versión de los hechos”, se lamenta.

Lo ocurrido requirió varios ingredientes. La imprudencia de Hunt. El salvaje poder de las redes sociales para inflar y sacar de proporción los hechos. La corrección política llevada al absurdo, que roza la intolerancia. Y el interés de las instituciones científicas por proteger su reputación por encima de la de sus miembros.

Afortunadamente, varias científicas famosas han salido en su defensa. Según dicen, Hunt -que ganó el Nobel de Fisiología en el año 2001 por el descubrimiento de las ciclinas- no es un “cerdo sexista”, sino una persona amable y solidaria, que ha promovido la carrera de muchas jóvenes científicas.

Vienen al caso las recientes palabras de Umberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios”.

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