Pide Iglesia de Yucatán ser buen samaritano con enfermos

Celebra la Jornada Mundial del Enfermo, instituida por el beato Juan Pablo II.

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Arzobispo de Yucatán, Mons. Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, dirige un mensaje a todos los fieles de la Arquidiócesis. (Milenio Novedades)
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Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.-  Con motivo de la XXI Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el 11 de febrero, el Arzobispo de Yucatán, Mons. Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, dirige un mensaje a todos los fieles de la Arquidiócesis:

El día 11 de febrero de cada año, en la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo, instituida por el beato Juan Pablo II como “un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de la Iglesia, así como de invitación a todos para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la humanidad” (Carta por la que se instituía la Jornada Mundial del Enfermo, 13 mayo 1992, 3).

La Iglesia siguiendo el ejemplo del buen samaritano (cf. Lc 10, 29-37), ha mostrado siempre una solicitud particular por los enfermos. A través de cada uno de sus miembros y de sus instituciones, sigue estando al lado de los que sufren y de los moribundos, tratando de preservar su dignidad en esos momentos tan significativos de la existencia humana. Muchas de esas personas -profesionales de la asistencia sanitaria, agentes pastorales y voluntarios- e instituciones en todo el mundo sirven incansablemente a los enfermos, en hospitales y en unidades de cuidados paliativos, en las calles de las ciudades, en proyectos de asistencia a domicilio y en parroquias.

Con motivo de la XXI Jornada Mundial del Enfermo, el Santo Padre Benedicto XVI nos propone para la reflexión la figura del buen samaritano (Lc 10, 37). La parábola evangélica narrada por San Lucas forma parte de una serie de imágenes y narraciones extraídas de la vida cotidiana, con las que Jesús nos enseña el amor profundo de Dios por todo ser humano, especialmente cuando experimenta la enfermedad y el dolor.

El Año de la Fe que estamos viviendo constituye una ocasión propicia para intensificar el servicio de la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado.

Que en todos crezca la conciencia de que “en la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión” (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Christifideles laici, 38).

 

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