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Al mencionar la semana pasada los efectos del ruido sobre las personas, algunas gentes me cuestionaron, señalando que son sólo efectos pasajeros, pero lo cierto es que es irrefutable el daño que el ruido de las ciudades puede producir en la salud. El ruido urbano se define como el emitido por todas las fuentes que inciden sobre el espacio de la ciudad, siendo las fuentes principales el tránsito automotor, ferroviario y aéreo, las obras de construcción y todo lo que concurre en el espacio de las urbes, siendo en las áreas de vivienda los sistemas de ventilación, la maquinaria, los artefactos domésticos y las actividades de sus habitantes.

Informes de la Organización Mundial de la Salud dan como referente que aproximadamente la mitad de los habitantes de las ciudades europeas están sometidos a la influencia de espacios de gran contaminación sonora, siendo sus áreas urbanas las que tienen menos automóviles y más transporte eléctrico. ¿Cómo estaremos nosotros?

Y es que a diferencia de otros problemas ambientales, la contaminación acústica sigue en aumento y produce un número cada vez mayor de reclamos por parte de la población; me comentaban unos amigos que viven a unos doscientos metros del nuevo complejo comercial que se encuentra en el cruce de Prolongación de Montejo y la Av. Villas la Hacienda que por las noches es insoportable el ruido que producen los equipos de ventilación de estas torres y no saben ante quién quejarse.

Lo cierto es que el incremento del ruido en la ciudad no es sostenible debido a las consecuencias adversas, tanto directas como acumulativas, que tiene sobre la salud de los meridanos, siendo especialmente preocupante la afectación a las generaciones futuras, no sólo en la salud, sino por sus repercusiones socioculturales, estéticas y económicas.

El problema no son sólo los vehículos automotores, sino todas las fuentes de ruido con una mezcla compleja de frecuencias diferentes, con efectos sobre la audición, las capacidades de comunicación oral, el poder dormir placenteramente, afectaciones a las funciones fisiológicas, el rendimiento físico en el trabajo y la conducta y la salud mental. Lo indudable es que hay que bajarle al ruido de nuestra Mérida.

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