Al rescate del camino de la Emperatriz Carlota

Advierten de la urgencia de restaurar las columnas de mampostería o leguarios que sirvieron de guía a la esposa de Maximiliano en su viaje a Yucatán.

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"Aquí en Yucatán todo es blanco, hasta el suelo... Caminamos sobre un tapete de conchas blancas hasta la casa prevista para descansar. Allí la gente subió a las ventanas, agarrándose de las rejas, con grandes ojos, curiosos y amables”. Carlota en una de sus cartas a Maximiliano. (Milenio Novedades)
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Jesús Mejía/SIPSE
MÉRIDA, Yucatán.- A 150 años del establecimiento del Segundo Imperio en México y la visita a Yucatán de la esposa de Maximiliano de Habsburgo, historiadores y arqueólogos locales propusieron la creación de “La Ruta de la Emperatriz Carlota” del puerto de Sisal a Mérida, con fines culturales y turísticos.

La Asociación de Especialistas en Restauración y Conservación del Patrimonio Edificado, A. C, que preside Limbergh Herrera, informó del proyecto que implica el rescate y restauración de columnas de mampostería o leguarios que sirvieron de guía a la emperatriz Carlota en su trayecto a Mérida.

De las 40 marcas de legua o leguarios que existían en el camino de Sisal -entonces puerto de entrada a Yucatán- a la ciudad, sólo quedan ocho ubicados cerca de la costa, en Hunucmá, Ucú y Caucel, que requieren ser restaurados, ya que constituyen parte del patrimonio cultural del Estado, dijo el experto.

Aseveró que la asociación ha puesto a consideración de las autoridades estatales el proyecto “La Ruta de la Emperatriz Carlota”, que junto con el Museo del Mar de Sisal traería beneficios de tipo turístico y cultural para esa zona.

Limbergh Herrera comentó que dichos leguarios trazaban la ruta del comercio marítimo de Yucatán hacia el exterior y sirvieron de referencia al paso de la carroza de Carlota –un Late Landau, según historiadores- y su séquito. Con el tiempo, quedó definida la actual carretera Mérida-Hunucmá-Sisal.

Quieren sacar provecho turístico a visita de la emperatriz Carlota por Yucatán

Adolfo Iván Batún Alpuche, integrante de la Ayerac y director del Archivo General del Estado, destacó la importancia que como patrimonio histórico tienen dichas columnas, por lo que consideró trascendente su rescate y restauración.

El historiador Mario Humberto Ruiz refiere que a la llegada de Carlota a Sisal entre vítores, música y lluvia de flores, trabajadores de Recaudación y de Correos del puerto empotraron una lápida de mármol en la fachada exterior del edificio de la Aduana de Sisal con una inscripción:

“Los empleados de Hacienda, de Sisal, a la grata memoria de la feliz llegada a la Península de su Soberana la Emperatriz Carlota Amalia el 22 de noviembre de 1865”.

El viaje a Hunucmá, donde la comitiva pasaría la noche antes de llegar a Mérida, se hizo en un vehículo del comisario imperial Salazar Ilarregui, un Landau construido en Estados Unidos que encantó a la emperatriz.

La propia Carlota describió en su “Relación del Viaje” a la costa las viviendas con sus techos de paja, las hamacas de henequén, los atavíos de ricos y pobres, la “amabilidad innata” de los mayas y los vítores que recibió a su paso.

Seguidores del imperio

Al cumplirse el 19 de junio pasado el 147 aniversario de la muerte de Maximiliano de Habsburgo, quien encabezó el Segundo Imperio de México, aún hay en Yucatán sectores conservadores que suspiran por esa monarquía, planteó el antropólogo José Luis Domínguez Castro.

Mencionó que la presencia de Carlota en la Península evidenció la clara inclinación de la clase dominante hacia esa forma de gobierno al entregarse sin reservas como súbditos del segundo imperio.

Domínguez Castro recordó que Campeche se mantuvo en esos días del imperio como un bastión liberal, pero Yucatán fue lo contrario: Maximiliano encontró aquí un aliado para sus fines expansionistas a Centroamérica. 

En su libro, “A la sombra de una Ceiba”, el ensayista Antonio Mediz Bolio mencionó que tras el fusilamiento de Maximiliano en 1867, en Yucatán sobrevivió la quimera imperialista.

Explicó que seis meses después de la muerte de Maximiliano estalló en Mérida una sublevación alentada por aristócratas soñadores, que se apoderaron de la fortaleza de San Benito al grito de ¡Viva el emperador!”, locura que, dijo, fue amargamente ahogada en sangre.

Los descendientes de los súbditos de la Emperatriz 

Existe una relación directa entre hombres y mujeres que recibieron regalos, nombramientos y distinciones de la emperatriz Carlota en su estancia en Yucatán hace 149 años, y descendientes actuales de apellidos Peón, Gutiérrez, González y Medina.

Faulo Sánchez Novelo, director de la Biblioteca Yucatenense, planteó que en su estancia en Yucatán Carlota nombró como damas de compañía a Julia Campillo, esposa del comisario imperial José Salazar Ilarregui; Dolores Lavalle de Ibarra de León, Julia Fajardo de Regil y Peón y Eduviges Peón de Hermida. 

Como chambelanes, la emperatriz designó a Arturo Peón y Joaquín González y Gutiérrez, en tanto que al Obispo Crescencio Carrillo lo intituló “chambelán de la Corte”.

De acuerdo con los historiadores, Yucatán y Puebla fueron las más “imperialistas” al expresar abiertamente su simpatía hacia los soberanos, aunque había resistencias de los liberales, y en el caso de los yucatecos, de sublevados mayas.

El cronista de Mérida Juan Francisco Peón Ancona fue más lejos. 

Hombres y mujeres recibieron regalos, nombramientos y distinciones de Carlota

Reconoció que un miembro de su familia ascendiente estuvo a punto de ser el brazo derecho del emperador Maximiliano: don Alonso Manuel Peón Cano, quien era comisario imperial en Orizaba.

Mencionó que don Alonso, dueño de haciendas en Orizaba y Yucatán, conoció al emperador a su paso por esa ciudad y se generó una amistad. 

Sin embargo, con el fin del imperio, se decretó la pena de muerte a todos los funcionarios de la Corona, por lo que huyó del país.

El cronista aceptó que Arturo Peón y Peón, alcalde de la ciudad y distinguido como chambelán por Carlota, fue su tío bisabuelo.

Dijo que Carlota entregó una de las máximas condecoraciones del imperio, La Gran Cruz del Águila Mexicana, al general Felipe Navarrete, héroe de la Guerra de Castas, y la orden de Guadalupe a Alonso Manuel Peón Cano, y la Cruz de San Carlos. 

“Nadie sabe dónde quedaron las distinciones”, dijo. 

Carlota no entregó títulos nobiliarios, pero sí distinguió a damas de compañía, entre ellas a Doña Concha Troncoso, madre de Eulogio Duarte Troncoso, dueño de la hacienda Tabi. 

Del viaje a la demencia
  • De Carlota existen diversas versiones sobre sus viajes y su vida, pero todas coinciden en que sufrió episodios de lucidez y demencia.

El objetivo de su visita:

El propósito central de Carlota era darle a Yucatán un estatus especial como vislumbraba Maximiliano: Un “Centro de Gravedad de los estados de Centro América”, dejando la dominación del norte a Estados Unidos y el sur al Imperio Brasileño.

En un principio la excursión estaba planeada para la pareja, pero Maximiliano tuvo que quedarse en la Ciudad de México para atender asuntos oficiales; así, Carlota salió de Veracruz el 20 de noviembre de 1865.

Luego de la travesía en el vapor “Tabasco”, la soberana Marie Charlotte Amélie Augustine Victoire Clémentine Léopoldine de Belgique, nombre original de Carlota, desembarcó en Sisal el 22 de noviembre de 1865, y fue recibida con pompa y alegría por incondicionales súbditos.

La emperatriz de México pasó la noche en la hacienda de Hunucmá donde llegó en un vehículo del comisario imperial Salazar Ilarregui, un Landau construido en Estados Unidos que encantó a la emperatriz, posteriormente sería usado por el presidente Benito Juárez.

Los hacendados yucatecos se sintieron en sus tierras barones del rey y organizaron con los vaqueros indios grupos para defender la Corona: de las fincas se formaron escuadrones de caballería que se llamaron ampulosamente “Cosacos del imperio”.

De acuerdo con los historiadores, Yucatán y Puebla fueron los más “imperialistas” o las ciudades que expresaron abiertamente su simpatía hacia los soberanos, aunque había resistencias de los liberales y en el caso yucateco, de sublevados mayas.

Es por ello que “la madre tierna de los mexicanos, la insigne protectora de la Península de Yucatán”, como solían llamar a la emperatriz, otorgó obsequios, nombramientos y distinciones a hombres y mujeres durante su estancia..

Uno de ellos fue al general Felipe Navarrete, héroe de la Guerra de Castas.

Evidencia de su visita:

De las 40 marcas de legua o leguarios que existían en el camino de Sisal -entonces puerto de entrada a Yucatán- a la ciudad, sólo quedan ocho ubicados cerca de la costa, en Hunucmá, Ucú y Caucel.

Dichos leguarios trazaban la ruta del comercio marítimo de Yucatán hacia el exterior y sirvieron de referencia al paso de la carroza de Carlota.

Como en Mérida observó a jóvenes mestizos rubios, escribió a Maximiliano: “Entre los hombres de Yucatán podrías escoger apuestos oficiales de ordenanza; (algunos) pudieran tomarse por alemanes”.

Esta casona fue residencia temporal de la emperatriz Carlota Amalia cuando estuvo en Yucatán en 1865. Casa de la esquina de El Gallito en el Centro de Mérida.

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