Más de 3 décadas al servicio de pacientes con fe en Dios

Gumersindo Vázquez se considera un hombre dedicado a su profesión con la intención de hacer el bien a través de la medicina.

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A través de la medicina, el Dr. Vázquez fortalece su espiritualidad y la sana intención de hacer el bien. (Milenio Novedades)
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Cecilia Ricárdez/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- El médico Gumersindo Vázquez Castillo, presidente del Colegio de Ginecología y Obstetricia de Yucatán, se considera un hombre de servicio y fe dedicado a su profesión desde hace 30 años, que trabaja desde los hospitales, consultorios, cuerpos de especialistas y organizaciones de la sociedad civil, fortalecido por su espiritualidad y la sana intención de hacer el bien a través de la medicina.

Miembro de organizaciones de expertos a nivel nacional y representante de México en congresos internacionales, es docente desde hace más de tres décadas convencido de que hay que sembrar generaciones de profesionales que conjuguen conocimientos con habilidades afectivas y vocación de servicio. 

Pese a su agenda dividida entre clases, consultas, conferencias, servicio social y viajes, es corredor, en lo que va del año participó en cuatro maratones. 

Vocación influenciada por su entorno

Hijo de dentista y vecino de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán, fue influenciado por la dinámica que se observaba a su alrededor: personas con problemas de salud que acudían a los médicos buscando soluciones, un trato amable de los profesionales y un gran respeto a los especialistas por parte de los pacientes. 

Las escenas de ese trajín se filtraron en sus poros. Esto se sumó a la predisposición desde niño por ser médico militar, pero fue en su adolescencia cuando fijó su mirada en las ciencias de la salud; abandonó la idea de dar servicio en la milicia y enfocó a construir su camino en la medicina.

Sin contratiempos, en el primer intento ingresó a la facultad  que lo había inspirado y con la misma fortuna pasó las pruebas para su especialidad, la cual la descubrió al cuestionarse sobre cuál era la mejor manera de saber que el trabajo médico estaba siendo útil.

“No sabía qué elegir, me gustaba todo, pero me di cuenta que había un problema con áreas de la medicina en la cual los médicos daban consejos y me preguntaba: cómo puede saber si el paciente está siguiendo las recomendaciones, porque algunos hacen trampa. Entonces me planteé que tenía que ser el área quirúrgica, donde hiciera las cosas por mí mismo y viera los resultados, por ejemplo si quitas un tumor de inmediato sabes que ya no estará ahí y ves el avance, entonces sentí que la ginecobstetricia combinaba ambas cosas, tenía trato humano y ambiente quirúrgico”, recordó sonriente. 

Durante la entrevista en su consultorio en Starmédica, admitió que aunque no tuvo una carrera de dificultades, lo más duro de su formación fueron las guardias de 36 horas en su etapa de residente, en la que junto con sus compañeros pasaban horas sin comer, dormir o ir al baño; se turnaban para descansar por lapsos breves, su esposa le llevaba la cena y hasta organizaba sesiones de media noche en las que junto con los jóvenes internos revisaban alguna lección para no dormirse y aprovechar el tiempo. 

“A pesar de todo era muy divertido, un maestro decía que son horas de aburrimiento y minutos de terror, de pronto te toca cuidar un parto y estás pendiente, conversas con la señora,  y luego llega la ambulancia con una mujer que viene de un pueblo, sangrando, muriendo y necesitas pedir sangre, y hay que resolver todo entre gritos y carreras. Recuerdo que un compañero se cayó mientras corría por la desesperación de dar la atención de inmediato”, agregó.

Un noble servicio que navega entre la vida y la muerte 

Entre el fino hilo de la vida y la muerte, tejen sus días los profesionales de la salud, lidiando con el éxito y la pérdida, sin perder el enfoque de su servicio ni desgastarse emocionalmente. Con esta base cada uno busca sus estrategias para continuar su vocación  y aportar a mejorar la calidad de vida de las personas desde su especialidad.

“Todos tienen diferentes enfoques, a mí me ayuda mucho ser católico, siempre tengo un rosario en el bolsillo de mi bata, y de pronto estoy distraído trabajando, y comienzo a buscar algo, mis lentes, por ejemplo, y de sólo sentir el contacto recuerdo que no se me olvide Dios, me hace sentir muy bien.

Uno está entre la vida y la muerte de un ser humano, sí nos duele; la gente puede pensar que es el temor a una demanda, y no, es un verdadero dolor porque ves escenas muy tristes, como la pérdida gestacional de repetición, abortos que uno los ve, quiere ponerles solución, pero no siempre la hay, los pacientes  sufren, lloran y no podemos llorar con ellos, sino darles una esperanza, ser solidarios”, reflexiona.

El médico Gumersindo admite que estar apoyado de su religión y el amor de su familia es crucial para su profesión. 

“Uno debe ser muy cauto con eso, entonces cuando tengo pacientes con problemas les digo que si tienen una creencia se apoyen de eso y de sus seres queridos, de su pastor, comunidad, de lo que sea útil para que se sienta mejor”, apuntó.

El que no vive para servir…

Agradecido por desempeñarse en lo que lo apasiona, lo motiva a compartir la dicha sirviendo no sólo desde la trinchera del sector salud privado y público  (del cual recientemente se jubiló) sino también a través del servicio social. Desde su época de estudiante ha sido voluntario en diferentes causas como la de las hermanas Siervas de María, la agrupación Paternidad Responsable, Vida y Familia A.C., Doctores Católicos y mediante cuerpos colegiados y campañas nacionales.

“Según Hebreos (lectura bíblica) dice que tener fe es creer en lo que no tenemos prueba; yo creo en las cosas que tengo prueba y en las que no, porque confío en las personas, por ejemplo mis papás que se formaron en una religión, sí veo que son personas congruentes, no tengo pruebas sino vivencias… San Francisco lo dijo y en sus palabras la Madre Teresa de Calcuta también: El que no vive para servir, no sirve para vivir”, abundó.

A pesar de sus múltiples ocupaciones se da tiempo de valor para sí mismo y su bienestar, para liberarse y estar en las mejores condiciones para su labor.

“Hay que procurar la salud física, mental y espiritual, así tiene uno todas las herramientas; por ejemplo si quieres preparar café y te dan los granos molidos, la cafetera, filtros, la taza, endulzantes, los aditamentos, el ambiente y el tiempo, ¡lo vas a hacer! si tienes competencia por el café; sino quieres hacerlo aunque te amontonen las cosas”, concluyó. 

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