Asesinato de una pequeña deja cicatriz en un humilde poblado

El aberrante asesinato de una infante de 6 años dejará para siempre una profunda cicatriz en esta humilde comunidad.

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Los restos de la pequeña Ana Cristina descansan en una humilde tumba, la cual es solo un montículo de tierra con una cruz. (Foto: Jorge Acosta/ Milenio Novedades)
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Julio Amer/Milenio Novedades
TAHDZIÚ, YUC.- El aberrante asesinato de Ana Cristina G. C., una niña de solo 6 años de edad, a manos de un depravado y desalmado joven de 19 años de nombre Carlos Felipe V. Y., ocurrido la semana pasada en Tahdziú, y que ha conmocionado a la sociedad yucateca por la manera en que se cometió, ha dejado para siempre una profunda cicatriz a este pueblo del sur del Estado, uno de los más pobres de la entidad, un lugar en el que parece que el tiempo se detuvo y donde se siente un ambiente enrarecido desde ese día que quedó marcado en la historia del poblado, el cual ya nunca volverá a ser el mismo.

La mayoría de la población -4,446 habitantes actualmente- exigía al alcalde Pedro Yah Sabido la expulsión de la familia del homicida, pero fueron los mismos parientes del malévolo muchacho quienes por su propia cuenta empacaron y abandonaron el pueblo el pasado sábado aprovechando la oscuridad de la noche. Sin embargo, en un auténtico linchamiento social, aún furiosos por el cruel asesinato, un grupo de pobladores, luego de participar el domingo en una marcha para pedir que esta familia, oriunda de Tinum, jamás vuelvan a Tahdziú, incendió la casita de paja y derribó otra construcción de mampostería, propiedad de esa familia, luego de sacar algunas cosas que aún había en el interior para destruirlas.

Por usos y costumbres

Pero esto no pone punto final al conflicto que creó este asesinato entre la ya dividida población tahdziuense. Existe ya una polarización entre la gente que apoyó la expulsión de estas personas y los que no estaban de acuerdo con la medida, que califican anticonstitucional y que pisotea los derechos humanos de los familiares del acusado del homicidio de la niña. Pero como alguien dijo, fue por “usos y costumbres” de la comunidad, y hay que respetarlos. Incluso el alcalde señaló que el terreno que ocupaba la familia del criminal pasará a ser propiedad de la Comuna.

Los pobladores de Tahdziú señalan que no recuerdan ningún hecho de sangre como el ocurrido recientemente. “Lo más que había pasado en este pueblo era la muerte de un cazador a manos de otro, pero de eso hace ya varios años”, señaló una vecina de la familia Gutiérrez Castillo.

Sin embargo, Tahdziú ya no es la comunidad tranquila de hace algunos años. El pandillerismo, procedente del vecino Peto, ha llegado a este pueblo, además de que muchos jóvenes que se han ido de “mojados” al extranjero o a trabajar a Quintana Roo regresan con adicciones y se dedican a delinquir.

El cementerio del municipio donde fue enterrada Ana Cristina. (Foto: Jorge Acosta/ Milenio Novedades)

 

El día del crimen

El lunes 20 pasado la niña Ana Cristina, la cuarta de seis hermanos y que si hoy estuviera con vida empezaría sus estudios en la escuela “Artículo 27”, fue a casa de su tía Guadalupe G. R.–hermana del papá- que está a 90 metros de la suya, en la colonia Hidalgo de Tahdziú, porque su madre María Paula C. M., de 31 años, tenía que hacer una diligencia y se la encomendó a su pariente.

La madre retornó como a las 7 de la noche a la casa y no vio a su hija, pero creyó que ésta se había quedado en casa de su familiar debido a que esa noche se había ido la corriente eléctrica luego de la fuerte lluvia que cayó por la tarde, y la zona estaba en penumbras.

Al día siguiente, el martes 21, María Paula acudió al domicilio de su familiar en busca de Ana Cristina, pensando que se había quedado a dormir ahí, pero se llevó la desagradable sorpresa de que su hija no se hallaba en esa casa y le dijeron que la chiquilla se había ido caminando rumbo a su casa alrededor de las 8 de la noche del lunes.

Asustada, María Paula empezó a preguntar entre los vecinos y luego acudió al Palacio Municipal a pedir ayuda. Fue así como familiares, amistades, vecinos y policías municipales y estatales comenzaron la búsqueda de la menor, hallando primero la bolsa que llevaba y en cuyo interior había unos juguetes, unos colores y nances, frutas que le había dado la tía para llevar a su mamá.

El dolor en los familiares de la pequeña ha motivado al pueblo a levantarse en protesta. (Jorge Acosta/ Milenio Novedades)

 

Esto causó más alarma, pues la nena no dejaría tirada su bolsa, por lo que los vecinos fueron a acechar en pozos cercanos al sitio, hallando el cuerpo de la pequeña en una oquedad de más de 30 metros de profundidad –atada en manos, según unas versiones-, que está en un terreno propiedad de Lorenzo García Montejo, en la calle 6 por 17 y 19 de la colonia Hidalgo.

Por la altura del brocal del pozo se supuso que la niña no pudo haberse tropezado y caído en su interior y enseguida se sospechó que se trataba de un homicidio.

La detención de sospechoso


Y al parecer fue un pariente del homicida el que reveló que éste era el autor del infanticidio y fue así como se le ubicó y posteriormente, tras una orden de aprehensión, fue detenido el viernes pasado para que al día siguiente, el sábado, fuera presentado ante un juez de control en Tekax, acusado de feminicidio agravado y violación.

Fue así como los habitantes, poco antes de que Carlos Felipe Valle Yah fuera detenido, querían aplicarle “la ley del pueblo”, lincharlo, pidiendo además la expulsión de toda la familia, que es conocida por conflictiva, pues incluso a uno de los hermanos -Carlos Felipe es el tercero de cuatro varones- también es una persona indeseable en el vecino pueblo de Tinum, de donde es originaria la familia.

Las investigaciones

Según las indagaciones de la Policía Estatal de Investigación (PEI), esa noche en que se fue la electricidad, Carlos Felipe, quien estaba drogado, vio pasar a la inocente criatura por una vereda solitaria y rodeada de maleza, y aprovechando la obscuridad de la noche, se abalanzó sobre la niña, la jaló hacia el monte, en un terreno propiedad de Wilfredo Chuc, en la calle 4 entre 15 y 17, donde la golpeó para someterla, abusó de ella y, tras su fechoría, la estranguló con sus dos manos.

Tras matarla, buscando deshacerse del cadáver, entró al terreno de Lorenzo García Montejo, donde arrojó el cuerpecito en un pozo de más de 30 metros de hondo, retirándose a su casa.

La vereda donde el asesino sorprendió a su víctima.

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