Los antiguos sacrificios humanos en cenotes mayas

Algunas crónicas coloniales relatan que las víctimas solían ser esclavos, guerreros cautivos, niños huérfanos o los hijos propios.

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En el periodo anterior a la Colonia, las pocas mujeres que lograban sobrevivir tras haber sido arrojadas hacia los cenotes mayas a manera de sacrificio hacia los dioses comenzaban a gritar para que las ayudasen a salir, y les arrojaban una soga para sacarlas. En la foto, un cenote en Quintana Roo. (Notimex)
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Sergio Grosjean/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- En las últimas tres publicaciones nos hemos estado comentando acerca de los muertes en los cenotes, pero cuando nos referimos a los pobladores más más antiguos, es decir, a los mayas precolombinos, existe gran cantidad de osamentas de esta gente que hemos hallado en el fondo de las emblemáticas aguas de estos maravillosos cuerpos de agua. 

Algunos de los rituales de los mayas prehispánicos iniciaban a partir de la extracción de agua pura y virgen, llamada sujuyjá, que era obtenida de cenotes o cuevas secretas, a los que no acceden la luz, las mujeres o cualquier elemento que pueda corromperla, y este líquido era obtenido directamente por los  sacerdotes mayas. 

Estos sitios cumplían con una función ritual importante que estaba relacionada con el ciclo de las lluvias y la cosecha y existe gran número  de testimonios acerca de rituales que se relacionaban de una u otra manera con los cenotes o las cuevas. Se sabe que los seres sobrenaturales y, sobre todo, las deidades  o dioses mantenían una estrecha relación mística con los antiguos mayas, y estos últimos tenían la obligación de cuidar que sea adecuada y, en lo posible, armoniosa, ya que la vida giraba en torno a ellos, y es por eso que los mayas practicaban rituales que establecían una suerte de reciprocidad con los dioses, es decir, las personas recibían dones pero también debían agradecerlos y corresponder con ofrendas de diversa índole, ya sea de sangre como en el caso de los auto sacrificios, de perforación de orejas o de lengua, o bien, con la ejecución misma de un ser humano. 

Algunas crónicas coloniales relatan que las víctimas sacrifícables solían ser esclavos, guerreros cautivos, niños huérfanos o los hijos propios -aunque este último caso lo cuestionaría-, que eran donados por los miembros de la comunidad, y la ceremonia podía durar varios meses, desde el comienzo de los preparativos hasta llegar a la ejecución ritual final, que era por medio de la extracción del corazón o decapitación, aunque había otras formas menos frecuentes como lapidación, flechamiento y también ahogamiento. 

Hallazgos en el cenote de Chichén Itzá

En los sacrificios rituales, después de la ejecución, los restos mortales de la víctima podían continuar siendo objeto de diversas prácticas, pues existe la evidencia de que, una vez  inerte el cuerpo, lo desollaban, lo descarnaban o desmembraban, para posteriormente ser enterrado en frente a sus edificaciones, tal y como  templos o adoratorios, o también ser abandonados en espacios divinos como cuevas o cenotes; un ejemplo de ello está en el llamado cenote sagrado de Chichén Itzá, donde se recuperaron decenas de cráneos. 

Algunos testimonios indican que fueron tanto mujeres como hombres los arrojados al precipicio del cenote, al lado de niños  y adolescentes que allí perdieron la vida.

En ese mismo cenote, los señores y principales hombres de las provincias de Valladolid tenían la costumbre de asistir para realizar actividades relacionadas con sus creencias.De tal forma, luego que estos personajes ayunaban por 60 días, incluyendo la abstinencia sexual, procedían a arrojar a algunas mujeres, las cuales habían sido instruidas para que les pidieran a las deidades un buen año, así como todas las cosas provechosas que esperaban recibir durante ese tiempo. Estas víctimas no eran atadas y cuando caían al agua desde las alturas, recibían un fuerte golpe debido al intenso contacto. 

Después de transcurridas algunas horas, al mediodía, las mujeres que habían sobrevivido comenzaban a gritar para que las ayudasen a salir, y les arrojaban una soga para sacarlas. Cuando la víctima, casi inconsciente, estaba en la superficie hacían una fogata a su alrededor y la sahumaban con copal, cuando volvía en sí, entonces decía si su señor tendría un año bueno o malo. De acuerdo con la creencia de esta gente, las mujeres que no salían del agua, era debido a que los dioses estaban enojados con los grandes señores; y ya finalmente, estos últimos arrojaban enormes piedras al agua y con grandes alaridos huían del sitio. 

También, hay otras crónicas que hablan a este respecto, tal es el caso de un muchacho llamado AhChun, al que  arrojaron al cenotede Chichén Itzá con la intención de que fuese a hablar con sus dioses y preguntarles si habría alguna peste y comida para ese año. Por algunos documentos de  la colonia sabemos que nunca salió del cenote. De igual forma, se cuenta con otras evidencias de varios  individuos de diversos géneros y edades, que fueron tirados al cenote sagrado, y es claro que las personas que morían era debido al fuerte golpe que recibían al caer, porque no sabían nadar, o debido a que el cansancio los vencía. 

Recordemos que la distancia que hay entre la superficie y el espejo de agua es de 20 m y un golpe a esa altura suele resultar mortal. Mi correo es [email protected] y twitter @sergiogrosjean

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