Se abre la puerta al dolor como muestra fiel del amor

Domingo de Ramos. Is. 50, 4-7; Sal 21; Filip 2, 6-11; Mc 11, 1-10

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Hoy, Domingo de Ramos, inicia la Semana Santa, la fecha más importante para la Iglesia Católica. (funcionacionpage.com)
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Liturgia de la Palabra de la procesión
Mc 11, 1-10

El domingo de Ramos, es el pórtico de la Semana Santa. Es una invitación de nuestra Madre y Maestra que es la Iglesia para traspasar este umbral en una actitud de respeto e interioridad, vibrando así en sintonía con las acciones litúrgicas.

Cristo y la Iglesia te invitan a vivir en plenitud la Semana Santa.

A partir de ahora Jesús abandona la actitud de silencio sobre su persona mesiánica y desemboca en la manifestación franca y abierta de su misión, presentándose incluso ante sus enemigos como Mesías.

Así lo muestran: la entrada triunfal en Jerusalén, la expulsión de los mercaderes del templo, las disputas con sus adversarios, y el discurso escatológico.

Marcos tiende a hacer más simpático este texto al transcribir el diálogo con el dueño del burro. 

Jesús entra a Jerusalén triunfante para cumplir así la profecía de Zacarías:

“Salta llena de gozo, hija de Sión,
lanza gritos de alegría, hija de Jerusalén,
he aquí que viene a ti tu Rey
justo él y victorioso,
humilde y va montado sobre un burro”. 
(Zac  9.9)

Jesús entró como Rey, por ello extienden sus mantos, tal como lo habían hecho con la elección de Jehu Rey de Israel. (2 Re 9.13) Lo mismo que los ramos de olivo que sirven como los mantos también de tapete. 

El grito de: “Hosanna” –en hebreo quiere decir “Ayúdanos”– expresa el deseo y la necesidad que experimentaban sus contemporáneos y la esperanza de salvación que personifican en él.

Pero su rostro es humilde y sencillo, bien conoce el Señor que cinco días después será un rostro abofeteado, ensangrentado y exánime.  

Que breve espacio separa: el “¡Hosanna!” del “Crucifícalo”, el Domingo de Ramos del Viernes Santo, la exaltación de la pasión.
Eso es lo que nos enseña la liturgia cuando de inmediato nos pone la consideración de la Pasión en el Evangelio de la Misa.

Según una bella tradición cada uno lleva a su casa el ramo de palma bendecido después de haber entonado con la comunidad  el “¡Hosanna!”.

Es la memoria de un día santo, la entrada de Jesús a Jerusalén y quedará como signo visible de la paz que nace de la presencia del Señor en el propio corazón.

Jesús y la Iglesia nos invitan a hacerles compañía estar cerca con el afecto, la oración y la presencia a las acciones litúrgicas.

La palma bendita que recibimos hoy, nos recuerda las palabras que Cristo, con su corazón angustiado dirige a sus apóstoles:

“Simón ¿Duermes? ¿Ni una hora has podido velar?
Velad y orad para que no caigan en tentación.
Que el espíritu está pronto, pero la carne
es débil…” (Mc 14.37). Amén.

B.- Liturgia de la Palabra de la Santa Misa

Hoy es el único día que escuchamos dos Evangelios en la misma celebración. Uno en la bendición de Ramos y el otro en la Santa Misa.

La entrada de Jesús a Jerusalén, de manera triunfante es la oportunidad de celebrar a Jesús como Mesías.

Así las exclamaciones: “¡Hosanna al Hijo de David!” “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” Jesús mismo prevé y dispone esta entrada. 

Los motivos de la entrada triunfal son:

  1. Para cumplir las profecías: Mt 21,4.
  2. Porque ha llegado la hora de dar cumplimiento a su misión. Jesús vino a predicar, hacer milagros, y morir como Redentor por la humanidad.

Toda su presencia converge y culmina en la Cruz.

Su entrada es una recepción de un cortejo nupcial hacia las bodas sangrientas en donde su ofrenda de reconciliación al Padre viene sellada con su propia sangre.

El espíritu de esta celebración es de alabanza y júbilo. Reconocemos en Jesús al Mesías esperado.

I.- Is 50, 4-7

Aquí nos encontramos con uno de los cantos del Siervo de Yahvé, en quien la Iglesia ha visto siempre la profecía del Mesías y de su pasión.

En la parte de la lectura de Isaías que hemos escuchado, se nos narra la experiencia de persecución que ha sufrido el profeta. Éste anuncia la Palabra de Dios a los que carecen de confianza, se presenta como modelo de constancia en la esperanza, no obstante que sufre persecución y violencia.

Lo golpean en la espalda como a los esclavos y las bestias (Job 16,17, Prov 10, 13) a él que es sabio, precisamente porque es heraldo de la Palabra de Dios.

II.-  Fil 2, 6-11

El himno cristológico de la Carta a los Filipenses, es una profesión de fe muy antigua de uso litúrgico, que San Pablo integra en su carta para invitar a los cristianos de aquella comunidad a vivir un estilo de vida inspirado en Cristo.

El que pre-existe en la divinidad, se rebaja haciéndose siervo, para hacerse semejante a nosotros y compartir también la etapa de la muerte que es la radicalidad extrema de la experiencia humana.

Y luego para ser el enviado del Padre; que lo exalta por encima de todo (v.9) y le ha hecho objeto de adoración universal (v.10) y le ha dado el título “El Señor” (v.11).

La profesión de fe en la divinidad de Cristo está en estrecha conexión con su  experiencia humana.

De hecho porque Cristo ha experimentado la completa experiencia humana, la persona puede ser recuperada para Dios y reconquistada en su totalidad.

La experiencia humana-histórica de Jesús, y la Cruz nos permiten encontrar a Dios que se revela en su Hijo. 

III.- Mc 14, 1-11

Con estas dos claves de lectura podemos iniciar la lectura de la Pasión y comprender su profundidad.

San Marcos nos presenta dos escenas:

La de Betania. (14,3-9) “Cuando una mujer derrama un frasco de perfume sobre la cabeza del Señor”. 

La de la Pascua.  (14, 22-24) “Cuando instituye la Eucaristía.    

En la primera unción signo de reconocimiento mesiánico, está vinculada a la muerte y sepultura de Jesús; en la cena Pascual, Jesús acepta libremente su muerte como sacrificio por nuestra salvación.

El evangelista incluye estas dos revelaciones con el complot del Sanedrín, y el acuerdo de éste con Judas, y con el anuncio de la traición de Judas y la negación de Pedro. (14,17)

Así se nos presenta a Jesús como el Mesías de la Cruz que muere por nuestra salvación, pero rechazado, traicionado y abandonado.

Cuando arrestan a Jesús, sus discípulos huyen y lo abandonan. La pregunta sobre la identidad de Jesús que es hilo conductor a lo largo del Evangelio de Marcos, recibe una respuesta definitiva. En la Cruz se revela plenamente quien es, y en el proceso (Jn 14, 52) Jesús revela su verdadera identidad y dice que es el “Hijo de Dios”.

De manera irónica la autoridad romana reconocerá la verdad de Jesús en la motivación de la condenación y en la espectacularidad de la crucifixión que tiende a imitar las apariciones de los grandes reyes, con dos ministros, uno a la derecha y el otro a la izquierda, así muere “El Rey de los judíos” (INRI).

Debemos profesar nuestra fe en Jesucristo como lo hizo el centurión romano delante de  la Cruz, reconociendo que aquella víctima crucificada era el Hijo de Dios. (15,39)

También nosotros debemos ver todos nuestros acontecimientos  “A la luz de Cruz de Jesús”; porque tenemos la firme convicción de Jesucristo verdadero Dios, verdadero hombre que muere por nuestra Redención.

Jesús es nuestro hermano mayor, que nos da la oportunidad de ser “hijos en el Hijo”; para enseñarnos que el camino de la Cruz que libera, y que al salir de nuestro egoísmo nos hace disponibles para el servicio y la solidaridad fraterna.

La muerte en Cruz de Jesús, no nos exime de ninguna de las experiencias humanas, pero ilumina todas y a todas les da significado.

El camino de la salvación, no es de huída, desinterés o desprecio por las experiencias humanas; sino una manera de transformar la propia pequeña historia, en una historia de plena armonía y sintonía con la voluntad de Cristo.

Cristo en la Cruz, nos manifiesta la doble dimensión del amor. En su travesaño vertical: El amor a Dios; en su travesaño horizontal: El amor al prójimo. Pero además Jesús mantiene sus brazos clavados siempre abiertos en señal de acogida, y su corazón traspasado como refugio seguro delante del dolor, sufrimiento, incertidumbre y tantas otras situaciones difíciles de la experiencia de la vida.

Jesús el Dios de la Cruz no quiere que nadie se pierda (Jn 3,17). Escuchar atentamente la Pasión es valorar el “Tesoro de los creyentes” como la llama la “Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis. 

Conclusiones 

1. Asistir hoy a la escucha atenta de este Evangelio nos lleva a profundizar la experiencia de “Pasión-Pascua” 

2. Es una narración del dolor y sufrimiento redentor de Cristo, como máxima expresión de amor que nos da así la capacidad de comprender “¿Cuánto amas?, lo sabrás en la medida que estés dispuesto a sacrificarte por la persona amada”.

3. La lectura de la Pasión debe llevarnos a meditar y purificar nuestra adhesión a Cristo, y nuestro compromiso de servicio y solidaridad fraterna.

4. De esta cercanía extrema de Jesús al hacerse hombre y vivir las experiencias humanas incluso la misma muerte, surgen: 
–    Un diverso concepto de Dios, en su cercanía y misericordia;
–    Un diverso concepto de la persona en su dignidad y trascendencia; 
–    Un diverso concepto del destino, ante el misterio del más allá con la resurrección y el premio.

5. Delante de la Cruz de Jesús, cada uno puede identificarse con alguno de los personajes: del miedo de los apóstoles, de la cobardía de Judas, de la negación de Pedro, de la huída del joven, de la profesión de fe del Centurión: “¡De veras este hombre era el Hijo de Dios!”.

6. Acompañemos a Jesús en su silencio humilde y sufriente, con nuestra oración meditación, recogimiento y reflexión.

La Cruz no es un incidente de la vida, sino elemento esencial de maduración y crecimiento. Aprovechemos nuestra Semana Santa para contemplar también nuestra vida a la luz, de la Cruz, de Jesús. Amén

Mérida, Yuc., 29 de marzo de 2015.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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