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Con escepticismo me suelen preguntar si la magia realmente existe y con gozo les demuestro la realidad. No se trata de trucos y mentiras, no hay realmente un engaño, hay la apertura al recordatorio de que lo imposible puede ser posible siempre y en cualquier lugar.

Desde ya casi 4 años escribo con mucha alegría cada fin de semana para comentarle a usted, mi amigo lector, sobre los sucesos en los que la magia se encuentra, ya que la magia se observa en la vida, en cada aspecto de nuestro caminar, en todas las cosas que nos causan alegría, ilusión, fantasía, nerviosismo, amor, liderazgo y muchos, muchos sentimientos más.

Cuando iniciaba esta columna escribí sobre el significado que le he encontrado a la magia y hallo nuevamente esta oportunidad, mientras celebro a los magos y la magia, de que se las vuelva a contar: la Real Academia Española (RAE) dice que la magia es el “arte con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, resultados contrarios a las leyes naturales”. Al realizarse el efecto, verdadero producto del mago del que hablaremos más adelante, se genera en usted una variable cantidad de emociones que, una vez dándose cuenta, descubre que son sorprendentes y algunas veces contrarias.

Preguntando entre espectadores éstos me han dicho que suelen sentir alegría, pero también miedo, emoción; pero igual nerviosismo, ilusión y a la vez escepticismo. Es ahí entonces en donde aparece la verdadera magia, la cual podemos definir como el cúmulo de sentimientos más grande que existe, que nos recuerdan lo maravillosa que es la vida.

El pasado 31 de enero celebramos a San Juan Bosco, patrono de los magos, pero ¿qué es un mago? Lógicamente es aquella persona que realiza magia, pero que no solamente hace trucos sin un sentido profundo, sino que es toda aquella persona que con su vida ejemplifica la verdadera magia, aquellos cuyo truco lo vuelven un estilo de vida lleno de amor, los que tienen un repertorio de buenos sentimientos, los que saben explotar la magia que cada persona lleva dentro, los que realizan “efectos”, es decir, te llenan de verdaderos anhelos de que nada es imposible, te explotan ese cúmulo de sentimientos.

Ese mago del sombrero y varita usa trucos para producir un efecto, pues nos sorprende generando. Pero no es necesario usar una varita para producir efectos sorprendentes, se necesita ser una persona confiada en que lo imposible se puede volver posible si la vida se lleva con alegría, con actos positivos, con amor; cuando apoyamos al necesitado, cuando le sonreímos al enemigo, cuando vencemos la envidia y cuando entregamos nuestro tiempo al otro. Cuando perdonamos, cuando abrazamos, cuando luchamos por un mundo mejor, cuando vencemos la cobardía, cuando burlamos la desidia y la corrupción.

La magia de la vida es asombrosa, la más grande de todas, así que como cuando niños disfrutamos del show de magia, vivamos al máximo los mejores y peores momentos que este show, el show de la vida, mientras vamos por ahí siendo también magos que producen grandes efectos que cambien la vida de otros. ¡Abra kadabra!

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