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La Revolución Mexicana, como todas las revoluciones, marcó las bases para el cambio y desarrollo del país independizado de España apenas hacía cien años atrás. Sin embargo, uno de los cambios más significativos vino con el movimiento educativo de José Vasconcelos, con la creación el 3 de octubre de 1921 de la Secretaría de Educación Pública, que tenía la misión de hacer cumplir los ideales de “educación para todos”, algo que hasta el día de hoy sigue siendo una tarea por cumplirse.

Diversas fueron las estrategias que implementó Vasconcelos para sembrar en una tierra prácticamente virgen. Pero en especial fueron dos acciones: su programa editorial y las Misiones Culturales, las que distinguirían aquel momento y que son muestra de su pensamiento y de la situación de entonces, en que no había la infraestructura suficiente para abrir las puertas que recibirían una educación gratuita y sin distinción de clase social.

La traducción y publicación de los clásicos de la literatura universal, de la que se desprende la famosa colección “Lecturas Clásicas para Niños”, dirigida entonces por Alfonso Reyes, permitió que los niños y nuevos lectores en general, tuvieran al alcance obras que hasta entonces leían sólo las clases privilegiadas.

Una vez ganada la Revolución y puestas en marcha las primeras instituciones, se convocó a los maestros rurales, a todos aquellos que supieran leer y escribir o dominaran algún oficio; y con todos estos, alfabetizadores, carpinteros, artistas, artesanos, para formar brigadas por todo el país que iban a las comunidades rurales para compartir sus conocimientos. El mismo Secretario de Educación, José Vasconcelos, emprendió giras culturales acompañado de artistas e intelectuales nacionales como Antonio Caso y Gómez Robelo, Carlos Pellicer y Jaime Torres Bodet, quienes fungían como oradores para motivar a los misioneros y aprendices. En noviembre de 1921 visitó la península de Yucatán y se tiene registro de que, dos años más tarde, en 1923, recorrió a caballo la sierra de Puebla.

Las Misiones Culturales aún siguen vivas, sólo en Yucatán hay diecinueve y su labor sigue siendo la misma que hace casi cien años. Llegan a una comunidad, se instalan en el lugar asignado, para que los ahora profesores den clase de alfabetización. Los maestros de cocina trabajan con las mujeres procesos de industrialización de productos gastronómicos con los cultivos de la región.

Otros más enseñan a hacer baños ecológicos, carpintería o manualidades. Los maestros de música forman, motivan y organizan a los estudiantes para conformar la orquesta del pueblo.

Los maestros de danza, que enseñan la Jarana, en ocasiones caminan con su reproductor de música por las calles y si encuentran un grupo de mujeres reunidas, las invitan a aprender a bailar. No es fácil convencer a las personas de las comunidades a esto, a pesar de que es uno de los vestigios culturales más representativos de nuestro mestizaje. Pero, si aceptan, el maestro misionero, ahí mismo, en plena calle, organiza e imparte la clase, la cual se repetirá en el mismo lugar hasta conseguir el objetivo de aprendizaje que permita el arraigo cultural.

Así pues, la labor que realizan las Misiones Culturales, semillas centenarias de la Secretaría de Educación Pública, está vigente y ha sido fundamental para el desarrollo y cohesión identitaria de nuestro país

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