Abusamos de la “nueva normalidad”
El Poder de la Pluma.
El inicio del retorno a la “nueva normalidad” fue un desastre. No sólo en Yucatán, sino en varios estados del país, incluso en otras naciones, donde el relajamiento de las medidas sanitarias preventivas y del confinamiento para frenar el avance del nuevo coronavirus Covid-19 echaron por la borda lo poco que se había avanzado, pues la curva nunca se logró achatar.
Era de esperarse, pues en un pueblo pachanguero como el nuestro, después de un periodo de encierro “reventamos soga” y vino el destrampe. Además, quizá como una falsa protección, tendemos a minimizar los efectos de algún evento inesperado, sea natural (terremoto, huracán, accidente) o creado (un conflicto o una guerra) y exhibimos nuestra irresponsabilidad e indisciplina hasta en lo más importante: cuidar nuestra salud.
Las consecuencias no se hicieron esperar: 37 mil muertos en el país, Yucatán en su día más letal, el miércoles, con 35 fallecimientos y escalando los contagios a nivel nacional, que ubican a México entre los 10 países con más contagios de Covid-19 en el mundo. Aún así, hay quienes no creen en el virus, dicen que son inventos o se consideran inmunes… hasta que a alguien cercano o a ellos mismos les toca el mal.
Pero, además, criticamos y nos burlamos de las medidas que dictan las autoridades para evitar que se desborde la pandemia y con ello fracasen las acciones y esfuerzos en aras de salvaguardar a la población. En Quintana Roo, el gobierno ordenó esta semana el retorno a semáforo rojo de municipios del sur, entre ellos Othón P. Blanco, cuya cabecera, la capital Chetumal, fue de los últimos en acusar los efectos del Covid-19; aunque Benito Juárez (Cancún) es el epicentro de contagios y decesos, se mantiene en naranja.
En este contexto se dio el anuncio, el pasado martes, del gobernador de Yucatán, Mauricio Vila. Esa “última llamada” o ultimátum a la población para evitar contagios de Covid-19 llegó con el retorno de la ley seca y el cierre de las marinas, por lo que ya no podrán navegar embarcaciones de recreo y por un tiempo estarán amarradas. Además del llamado “toque de queda” de 22:30 a 05:00 horas y el cierre de negocios más temprano. Todo ello cuando la economía parecía comenzar a despertar de su letargo obligado.
Sólo dos semanas bastaron para exhibir nuestra irresponsabilidad, no sólo para con nosotros y nuestras familias, sino también para con médicos, enfermera(o)s y demás personal de salud, que todos los días, durante varias horas, luchan contra un enemigo letal que en cualquier momento puede tocarlos, como ya lo está haciendo, mientras se saturan los hospitales y renuncian directores, imposibilitados de cumplir la exigencia de brindar atención, porque carecen de infraestructura, equipo y, sobre todo, personal.
Es cierto, muchos confundieron “la reactivación económica con la reactivación de su vida social”. ¿Entonces, de qué nos quejamos?
Anexo “1”
Respiradores del Conacyt
El pasado martes, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó en su conferencia matutina los dos primeros modelos de ventiladores de respiración asistida diseñados y fabricados en el país para atender a enfermos críticos de Covid-19: el Ehécatl (dios del viento mexica) patentado por México, y el Gätsy ("suspiro" en idioma otomí) desarrollado en colaboración entre el Gobierno y la empresa Dydetec.
María Elena Álvarez-Buylla, directora del Conacyt, organismo que coordina el desarrollo, dijo que ya se están fabricando mil equipos, 500 de cada modelo, con un costo total de 259.9 millones de pesos. "Muchísimo más barato de lo que hubiera implicado comprarlos en el extranjero", afirmó.
Apenas en mayo pasado, cuando se le cuestionó por el recorte del 75% en gastos de operación a centros de investigación como el CIDE, el Cinvestav o el Conacyt, AMLO contestó: “¡Ah! porque son investigadores están exentos de cometer actos de corrupción, bueno, en el Conacyt está demostradísimo, se robaban las medicinas”. La comunidad científica le recriminó que viera a los investigadores como “parásitos sociales”; los mismos que ahora desarrollan esos ventiladores a precio más barato que los que revendía el hijo de Bartlett.