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En “El guardagujas”, de Juan José Arreola, un forastero llega a una estación desierta de un país, a la hora en que su tren debe partir a “T”, un lugar adonde le urge llegar, inquiriendo a un viejecillo guardagujas sobre la demora, pero éste le da una serie de motivos por los que quizás no podría llegar a su destino, alentándolo o desanimándolo con cada uno. Y le receta el siguiente argumento:

“Este país es famoso por sus ferrocarriles, como usted sabe. Hasta ahora no ha sido posible organizarlos debidamente, pero se han hecho ya grandes cosas en lo que se refiere a la publicación de itinerarios y a la expedición de boletos. Las guías ferroviarias comprenden y enlazan todas las poblaciones de la nación; se expenden boletos hasta para las aldeas más pequeñas y remotas. Falta solamente que los convoyes cumplan las indicaciones contenidas en las guías y que pasen efectivamente por las estaciones. Los habitantes del país así lo esperan; mientras tanto, aceptan las irregularidades del servicio y su patriotismo les impide cualquier manifestación de desagrado”.

Recordé este bonito cuento que leí en la adolescencia al ver al titular de la Sedena informando, el pasado martes en la “mañanera”, que la causa de la “salida de vías” (todavía no aceptan que fue descarrilamiento) del “cuarto vagón” del tren maya número 06 que se trasladaba de Campeche hacia Cancún el pasado 25 de marzo, antes de llegar a la estación de Tixkokob, se debió a una falla manual en el aparato de cambio de vía y a los pernos de sujeción mal instalados, y admitió que “este sistema es automatizado, pero todavía no tenemos completo el sistema y se hace de manera manual, con personal, de garroteros (que hace la función de guardagujas), son los que hacen esta operación”.

Y agregó: “se presentó la denuncia de hechos ante el Ministerio Público federal ahí, en Yucatán. Se dio inicio a la carpeta de investigación, el agente del Ministerio Público federal ya está realizando una serie de acciones desde el primer momento porque se le dio vista desde la madrugada del día que sucedieron los hechos, entonces ha estado realizando investigaciones, haciendo peritajes, llamando a gente para obtener diferente tipo de información que le sirve para su carpeta de investigación”.

La cita del cuento, en el segundo párrafo, bien podría aplicar al polémico tren maya, que, después del des-ca-rri-la-mien-to de un vagón, ha seguido reportando fallas, demoras y cancelaciones, exhibidas en redes sociales por usuarios que, contrario a la narración de Arreola, no aceptan las irregularidades del servicio y su patriotismo no les ha impedido manifestar su desagrado. Además, especialistas y ambientalistas han advertido que el tramo 5 provoca afectaciones a cenotes y su estabilidad estructural, sin pasar por alto el grave daño al medio ambiente y la ecología.

Entonces, viene el planteamiento y la pregunta recurrente: si no estaba listo el sistema automatizado de cambio de vías del ferrocarril, si no se verificó la correcta instalación de los famosos “pernos” y otros aspectos que impiden que funcione de manera eficaz, oportuna y segura, ¿por qué ya está en operación el tren maya si ni ganancias reporta?

Anexo “1”

Marinos en tren

Ya hemos comentado que, antes de que el entonces presidente Ernesto Zedillo privatizara en 1995 los ferrocarriles (por ser poco rentables), la Marina los utilizaba para el traslado de su personal a los desfiles en la Ciudad de México, y era el medio de transporte que daba a los marinos y sus familias cuando eran cambiados de adscripción (desde luego, si el nuevo destino estaba en ruta del tren) e incluso para mover los menajes.

Mi travesía en la Marina inició con el que fue mi último viaje en tren, de la Ciudad de México a Veracruz, en abril de 1973, junto con cuatro compañeros, para incorporarnos a la Escuela de Grumetes en el Centro de Capacitación de la Armada. En 1981estuve a punto de viajar en el Chihuahua-Pacífico, de Empalme (Sonora) a la capital del país, para una nueva estancia en nuestra alma mater en Veracruz, pero los boletos estaban agotados, así de rentable era esa ruta y otras.

En 1985, año del poderoso temblor, muchos compañeros marinos partieron en tren a la Ciudad de México para participar en el desfile del 16 de septiembre, varios se quedaron varados ahí y apoyaron en las labores de auxilio a la población. Estos acaecimientos el tren no se los lleva, sino los trae siempre a la memoria.

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