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Hace poco más de un mes vivimos una de las mejores experiencias: recibir en la Secretaría de Marina, junto con otros 20 ganadores de la República, el Premio Nacional del Concurso Literario “Memorias de El Viejo y la Mar” 2024. Apenas seis meses antes recibimos en la ciudad de Oaxaca el premio al primer lugar de otro certamen literario, “El Timón de Oro”, que anualmente organiza la Asociación de la H. Escuela Naval Militar.

Estos certámenes son una muestra de la importancia que representa la cultura para la institución naval, al valorar e impulsar los esfuerzos de niños, jóvenes y –en este caso– de las personas adultas mayores, tanto del personal de la Armada (en activo y en situación de retiro), como de la sociedad civil. Aquí cabe destacar que los jurados son ajenos a la Semar; en todos los certámenes los integran personalidades del ámbito de Cultura de los estados.

Para mí, estos dos reconocimientos literarios han sido producto de la disciplina de casi dos décadas de pergeñar semana a semana estos Acaecimientos, en los que, generalmente, el hilo conductor del tema es una experiencia o anécdota vivida en nuestra trayectoria de más de un cuarto de siglo en la Marina, o en los “anexos” –como se designa a la extensión de una Orden de Operaciones de un buque–, que suelen ser los más leídos y comentados entre grupos de ex compañeros militares.

Regresando al más reciente premio, quiero destacar que el convivir durante una semana con los ganadores (la mitad mujeres) fue extraordinario por las atenciones recibidas del equipo que nos atendió y de los altos mandos de la Armada, y también porque confirma lo que leí en algún artículo o ensayo acerca de la memoria y que da título a esta colaboración: “somos lo que recordamos”. Y es que desde pequeños empezamos a almacenar conocimientos y experiencias que, dicen los expertos, primero nos sirven para sobrevivir, y después, para recordar los mejores momentos y quizás para expresarlos en un texto, como los premiados en la XVI edición de “Memorias de El Viejo y la Mar”.

Los especialistas también dicen que nuestro cerebro tiene su mejor momento entre los 20 y 30 años de edad, y luego nuestra capacidad de concentración y razonamiento entra en declive. Sin embargo, muchas personas (científicos, artistas, políticos) dan lo mejor de sí después de estos años; es decir, damos lo mejor de nosotros a edades avanzadas (recordemos a la mayoría de los Premios Nobel), esto es lo que Elkohonon Goldberg, un investigador en neurociencia cognitiva, denomina la “paradoja de la sabiduría”.

Esto es cierto porque algunos tenemos la fortuna de recordar detalles, sobre todo de buenos acontecimientos, lo cual nos hacen disfrutar gratos momentos, apasionantes conversaciones y hasta la posibilidad de plasmarlos en historias, como en “La isla virgen” con que ganamos el concurso. Finalmente, va mi gratitud a los directivos de mi casa desde hace más de 23 años, Novedades Yucatán, porque, como decía Lao Tsé: “el agradecimiento es la memoria del corazón”. 

Anexo “1”

 Una historia contada         

Entre los 20 ganadores de “Memorias de El viejo y la Mar”, destacaba Isabel, una mujer de una comunidad de Puebla. Bajita, menudita, de rasgos indígenas, reía poco y al principio no se integraba a algún grupo. Su acompañante –todos llevamos uno– fue su hija. Fugazmente pasó por mi mente que era alguna maestra de una escuela rural y había escrito una bonita historia, como todos los demás, para ganar el primer lugar en su Estado.

No fue sino hasta que en la comida que rubricó todo el periplo de los premios, en el Casino Naval de la Semar, cuando compartimos mesas con el Subsecretario de Marina y las ganadoras de Aguascalientes y Puebla (con sus acompañantes), que mi esposa le preguntó a su hija cómo había escrito su mamá su relato. Y grande fue nuestra sorpresa cuando comentó que no había escrito ninguna historia, sino que le relató sus vivencias de niña a su maestra –la señora recién empezó a estudiar para aprender a leer y escribir– y ésta escribió el texto, lo mandó al concurso, y obtuvo el primer lugar con “El mar, una ventana a otra vida”.

 Anexo “2”

 Agradecimientos

Infinitas gracias al personal de la Semar que nos acompañó durante una semana e hizo placentera y segura nuestra estancia en todos los eventos en la Ciudad de México y en Veracruz, que siempre estuvo al pendiente de nosotros. Este gran equipo estuvo encabezado por los tenientes de fragata (CG) Armando Cabrera y (SS.E.T.) Pedro, con la Cabo Isis –nuestro primer y último contacto–, Itzel, Mariana, Jesús, al equipo de video y fotografía, los doctores, tenientes de fragata (SSN.MC) Leo y Edgar, y en especial al personal de sastrería, esos ángeles que estuvieron dando la última puntada, siempre atentas y dispuestas, para que todos, ganadoras y ganadores, luciéramos bien presentables y elegantes en la Ceremonia de Entrega de Reconocimientos; los llevamos en el corazón.

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