La figura de conejo y doña Francisca Pat (y II)

Lázaro Hilario Tuz Chi: La figura de conejo y doña Francisca Pat (y II)

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Mucho tiempo atrás, este conejito de barro estuvo en un altar, sí, tal y como se lee, formó parte de la mesa de partería de doña Francisca, pues como se sabrá, toda partera debe, por respeto, tener su altar en su casa para encomendar su trabajo a la virgen de la Natividad y a Nuestra Señora de la Concepción y, según Julio, también al conejo.

Doña Francisca encendía velas y quemaba incienso para proteger su trabajo y pedir por la fuerza de los santos, al igual que a esa curiosa figura y así tener una labor de parto sin complicaciones.

¿Pero el conejo qué papel jugaba en esto? No podía en un principio suponer que esta figura poderosa en el embarazo o el parto pudiera tener relacional una con la Luna, la que rige los tiempos de la concepción.

La Luna siempre ha jugado un papel esencial en la labor de las pateras, ya que además de definir los ciclos y los tiempos de la menstruación, de la fecundación y la concepción hasta el nacimiento, refiere una importante recreación de la vida y también de la muerte.

La Luna por ende es referente obligatorio para comprender el amplio mundo de las concepciones cosmogónicas en el universo maya.

No cabía duda, el conejo de barro de la finada doña Francisca hubo de referir puntualmente su relación con la Luna, su protectora sagrada.

El conejo, por tanto, es la simbiosis idónea de la concepción humana, es la representación objetiva de la Luna, adquiere una condición de sacralidad, pues desde tiempos inmemoriales su figura define los ciclos de la procreación y el parto.

Era, entonces, de comprenderse que dicho conejito de barro arrumbado a la entrada de aquella casita de paja, había representado en tiempos de doña Francisca el símbolo genuino de la concepción en la época prehispánica.

Alé, aún recuerda un pequeño fragmento de un canto que su madre solía interpretar: xauí, xauí, chamal chamalyaanalbuuts' chamal, que según su explicación refería: "chiflen chiflen los cigarreros, debajo de los humos los cigarreros", en tanto lavaba los pañales que habría de llevar para recibir en el parto a un nuevo ser.

Han pasado 22 años de esta experiencia, no sé qué ha sido de Alé, Jorge y Makambe, el entrañable Julio, pero sí puedo decir con cordura que aquel conejito olvidado, perdido en la historia selecta de doña Francisca, todavía permanece resguardado en mis cosas curiosas, es un venerable homenaje a una mujer partera.

Rescatado el conejito de barro del olvido y la destrucción, ahora, escribe con lucidez al menos un poco de su historia.

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