Una figura de conejo y doña Francisca Pat (I)

Lázaro Hilario Tuz Chi: Una figura de conejo y doña Francisca Pat (I)

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Era una visita al pequeño rancho de San Juan Pox, rayando las fronteras entre Yucatán y el antiguo territorio de Quintana Roo, como aún se menciona: El Territorio. San Juan es uno de esos ranchitos que ni siquiera aparecen en la geografía oficial y quizá ni en la lista del Inegi, pero se encuentra, en medio del monte, entre la nada y el todo, en medio de esa selva que poco a poco va carcomiendo la modernidad, justo donde en unas casitas de bajareques a punto del derrumbe, Alé, Jorge y Mak'ambej, como le dicen, pero se llama Julio, son parte de la familia Pech Pat.

Aún comparten la milpa con los animales como ellos dice, ya que este año, como plaga, se han comido los tejones más de la mitad del maíz -han acabado con todo–, mencionan.

Ahí también vive la familia Mahay, que vinieron de Xjazil, un lugar más al interior de los pueblos de Quintana Roo. No hay visita de nadie, y de las escasas que llegan a este paraje como los monteros, estoy yo, con mi bicicleta prestada en Xquerol, la antigua Quelul.

Me he atrevido a llegar hasta acá (como 24 km entre el monte), por causas de la melipona, la xko'olelcab, la xunáan de las abejas, mi eterna enamorada de juventud.

No ha pasado mayor rato y después de beber la obligada jícara de pozole con sal y chile verde, cuando todavía sentado en el banquillo, de entre las piedras arrumbadas en la entrada de la casita maya, realizo un interesante hallazgo.

Apostada entre el montículo de rudas piedras hallé una figurilla caprichosa que, como diciendo, aquí ando, mírame, asomaba su silueta inconstantemente aparentando querer ser descubierta y contar su historia.

Era una figurilla de barro muy bien elaborada en forma de conejo, de la cual a simple vista se acusa su antigüedad, de pronto hube de rescatarla de su prisión pétrea y tomarla de la mano, quizá el instinto me obligaba a cuestionar su origen, su razón de estar ahí apostada en el olvido, pero, sobre todo, de saber su historia. Debía haberla.

Julio Mak'ambej, sin inmutarse balbucea en maya: -"era de mi mamá"-. Sin dejar de meter el dedo en la jícara con la intención de remover el resto de pozole que se encuentra al fondo del recipiente.

Julio cuenta que su madre murió hace ya varios años: -"un día fue a la milpa"-, dice, -"ya estaba grande, como 80 años tenía, cuando regresó ni se sentó a tortear, solo se acostó en la hamaca, a las 4 de la tarde ya la estábamos bajando"-, creo que se paró su corazón.

Se llamaba Francisca Pat, había nacido al parecer en Pustunich y era de oficio partera, sus hijos revelan que aquel conejo de barro arrumbado en la puerta de la casa le había pertenecido.

Comenzaba así una indagación para saber la historia de aquel singular conejo de barro que más preguntas generaba. (Continuará)

Lo más leído

skeleton





skeleton