|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Lo contrario de la dependencia es la libertad. Significa convertirse en uno mismo con opciones, actividades y comportamientos libres.

Cuando una persona depende de otra para vivir, le está entregando su vida. Dios nos creó libres. Todos debemos responsabilizarnos de crecer, madurar y dar fruto, nunca es tarde para hacerlo.

Al caer en la dependencia cuesta trabajo decidir qué comprar, a dónde ir, qué restaurante escoger, qué ropa usar, etc. ¡Cuidado! Pues ya ni siquiera le estamos dando a nuestra mente el respeto que se merece: el derecho de pensar y decidir. La dependencia puede controlar nuestra vida hasta en mínimos detalles. Esto se debe a las emociones reprimidas, a nuestra baja autoestima, la tensión por la ansiedad de complacer y buscar la aceptación que llega a paralizar. Dependemos de los demás para pensar, porque ya no confiamos en nosotros mismos para decidir correctamente por miedo a diferir de los demás en nuestras elecciones, hacerlos enojar, contradecirlos y provocar, posiblemente, que nos rechacen.

Desgraciadamente la dependencia llega a convertirse en una manera de vida. La persona se acostumbra a vivir preocupada, obsesionada, ansiosa, temerosa. No se puede quitar de la mente a la persona que la “ata emocionalmente”. Deja de saber lo que siente, lo que necesita y quién es… Se le ha desarrollado un hábito de preocupación, reacción y pensamientos obsesivos.

El único camino que ayuda a salir de esa prisión es el desprendimiento. No se puede empezar a trabajar en uno mismo, a vivir la propia vida, a hacernos conscientes de nuestros sentimientos y resolver nuestras situaciones sin ser libres.

El desprendimiento no es un retiro, un apartarse frío y hostil, ni tampoco una aceptación resignada o desesperada. No se trata de caminar por la vida como robot sin que las personas y las situaciones nos afecten. No es extirpar el amor como si fuera un tumor. Se trata de desligarnos mentalmente, emocional y a veces físicamente de complicaciones tóxicas, negativas de otra persona y frecuentemente dolorosas; de sus responsabilidades y de sus situaciones que sólo ella puede resolver.

Este desprendimiento parte de la realidad de que cada quien es responsable de sí mismo, no podemos resolver situaciones que no son nuestras, preocuparse u obsesionarse por dichas situaciones no ayuda en nada. Hay que permitir a los otros ser lo que son, darles la libertad de crecer y ser responsables, así como a uno mismo.

La libertad nos lleva a vivir en el aquí y en el ahora. Dejar que la vida fluya en lugar de forzarla y tratar de controlarla. Dejar los arrepentimientos por el pasado y temores por el futuro. Sacar lo mejor de cada día, aceptando la realidad. Aprender a amar requiere fe y confianza en uno mismo para poder dar y recibir amor en libertad. ¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

Lo más leído

skeleton





skeleton