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La educación enfrenta desafíos constantemente, siendo en algunos casos previsibles, de manera que permiten tomar medidas preventivas y eficaces, en otras ocasiones, se manifiestan inesperadamente alterando la dinámica educativa y provocando que se tomen decisiones urgentes, en muchos casos inviables. Esto último lo pudimos comprobar al inicio de la pandemia, cuando los sistemas educativos reaccionaron con la única posibilidad a la mano con el fin de evitar la suspensión total de clases, al establecer la educación a distancia y en línea, ya que los resultados no fueron equitativos y para una parte de la población escolar fueron graves, no sólo por el déficit de aprendizajes, sino por el porcentaje de estudiantes que abandonaron su formación al no disponer de los recursos tecnológicos. Sin un plan de recuperación institucional estos niños y jóvenes se han quedado a la deriva. Del mismo modo, luego que la pandemia “cedió” en la reducción de contagios (según las autoridades sanitarias), se planteó el modelo híbrido para el comienzo del ciclo escolar 2021-2022.

Desde el primer día se exhibió que la mayoría de los contextos escolares públicos no estaban acondicionados para responder a los cuidados preventivos del Covid-19, a la vez nos percatamos de la movilización estatal procurando abastecer a las escuelas de insumos sanitarios, suficientes o no, el retorno era inaplazable, ahora con las clases en marcha las dificultades se comienzan a percibir. Aplicado el modelo semipresencial en todos los niveles educativos, la amenaza del contagio continúa preocupando a las escuelas, debido a que persisten los casos confirmados y sospechosos de infección, lo que ha dado motivo por un lado a cerrar el centro educativo o a suspender la asistencia del estudiante y/o docente hasta ya superados los 14 días de confinamiento, esta situación que parece irrelevante es la que debería preocupar y atenderse, no únicamente por la condición de salud sino por la interrupción imprevista que detiene la secuencia de la enseñanza y el aprendizaje, en algunos casos la reincorporación es rápida lo que permite aplicar mecanismos inmediatos para retomar la dinámica escolar; sin embargo, para otros el ausentismo será prolongado lo que conllevaría a obstaculizar el aprendizaje aún con las estrategias de regularización que pudieran emplearse.

Son estos incidentes los que podrían reducir la efectividad de este modelo semipresencial de enseñanza, que además de que afectan el proceso para afianzar la adquisición de aprendizajes también desencadenan otra serie de problemáticas como la sobrecarga de tareas, resistencia al retorno, deserción entre otras. En definitiva transitar de la educación a distancia al esquema híbrido no es ni será sencillo, ya que se requiere de mecanismos sólidos de planeación y evaluación, sumándole un arduo trabajo de cooperación entre autoridades, docentes, alumnos y padres de familia, por lo tanto queda buscar los métodos urgentes que permitan contrarrestar a tiempo el daño que ha ocasionado la pandemia sobre la educabilidad y ocasionará si dejamos a un lado el mayor reto de la educación: el aprendizaje. 

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