Festejos del Cincuentenario de la Universidad de Yucatán, en 1972 (I)
Columna de José Ramón Pérez Herrera: Festejos del Cincuentenario de la Universidad de Yucatán, en 1972 (I)
Mauricio Tenorio Trillo, en el prefacio de su libro, “Historia y celebración. México y sus Centenarios” (2009), sentenció: “La historia es cosa seria. Dicen que la gente vive y muere por su historia; más cierto es que la gente vive, se desvive y mata, y que, ya entrados en gastos, la historia es una más de las maneras de dar por zanjado lo inentendible (la vida la muerte)”.
Lo anterior implica que la historia ocupa un papel central en la vida de los individuos, de las instituciones y de las sociedades, usándola de las maneras más diversas posibles, pero que en fechas más recientes se ha enfocado en “celebrar y salvar memorias” con diferentes propósitos. Las instituciones procuran en toda época y bajo ciertas circunstancias realizar una muestra laudatoria, celebratoria o conmemorativa de sus próceres fundadores, de los eventos o las fechas que han representado momentos claves de su existencia.
Este ha sido el caso de instituciones educativas como el de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), que en 1972 se volcó en realizar un esfuerzo institucional para llevar a cabo una serie de actividades académicas, sociales, culturales y deportivas que le permitieran recordar el valioso papel que había desempeñado en la formación de los jóvenes yucatecos hasta mediados del siglo XX, pero también con la intención de justificar su actuar en aquel momento.
La Revista de la Universidad de Yucatán, núm.80, marzo–abril de 1972, exaltó que “el acto cimero de estas fiestas, la sesión solemne del Consejo Universitario, en la que por acuerdo unánime de sus integrantes se otorgó El Doctorado Honoris Causa de nuestra Casa de Cultura al Sr. presidente de la República, Lic. Luis Echeverría, quien ha visto culminar una brillante carrera de intelectual y de hombre público con una labor de estadista, mediata y fecunda”.
La relevancia de este solemne acto tiene que ser entendido en un contexto donde la Universidad dependía completamente de la benevolencia y la buena voluntad del gobernante en turno para la obtención de los recursos económicos que le permitieran desarrollar su noble labor.
En su Tercer Informe Anual de 1972, el gobernador del Estado, Carlos Loret de Mola, resaltó que “entre los acontecimientos más relevantes de nuestra máxima Casa de Estudios se contaron las fiestas del cincuentenario de su fundación, por Felipe Carrillo Puerto, y las tres visitas que le hizo el señor Presidente de la República, así como varias más del señor Secretario de Educación.
La lección cívica del año, en nuestra Casa de Estudios, la dio el Lic. Echeverría al recibir y depositar, con elegancia, su Doctorado Honoris Causa, para venir por él cuando termine su mandato”. Era evidente que la institución universitaria se planteó la necesidad de fortalecer las buenas relaciones con la clase política nacional, algo que respaldó la autoridad.