Un viaje hacia la minificción

Columna de Patricia Carrillo: Un viaje hacia la minificción

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Es recurrente en este espacio hablar de minificciones. En el preámbulo de tener en mis manos la edición de “Con la música por dentro. El soundtrack de la minificción”, compilación de Agustín Monreal y Fernando Sánchez Clelo editada por la BUAP y Ficción Express, en días pasados tuve un satisfactorio reencuentro que acabó en nocaut gracias a este subgénero narrativo.

Estudiantes, docentes, administrativos, egresados y autorías invitadas estamos trabajando en la conformación de una antología minificcionista desde la Unidad Académica de Bachillerato con Interacción Comunitaria (Uabic), por lo que en el proceso de taller revisamos, analizamos, reímos y lloramos con una concatenación de textos multifacéticos que trastocaron de las y los participantes.

Compartir de nuevo las creaciones de “Minificciones desde el encierro” (Editorial UDG) en donde uno de los escritos, de la mexicana Gabriela Mora, retrata el escenario pandémico dentro de casa y cómo muchos virus ya estaban dentro: una cruda denuncia de la violencia intrafamiliar, un secreto a voces que fuera de la ficción fue una realidad a las problemáticas no focalizadas durante la contingencia.

Eso sí, lo único que da miedo de compartir estos relatos es cuántas personas puedan identificarse. También paseamos por el circo a través del libro “Vamos al circo.

Ficción hispanoamericana” (BUAP/ Ficción Express), compilado por los arriba citados Monsreal y Sánchez Clelo, en donde los agentes circenses son los protagonistas de sublimes situaciones, en vida y muerte, como el caso del trapecista configurado por Anaclara Muro, donde recibir flores en abundancia le da una alegría inmensa, casi sin importar que ese haya sido su acto final. Con gran aceptación, complicidad de nuestro folclor, “Lotería mexicana.

Canto de minificción” (UAA/Algarabía), compilado por Paola Tena, José Manuel Ortiz y Victoria García Jolly, demostró a estas jóvenes plumas cómo se puede recrear lo que una baraja nos ofrece; así, las risitas cohibidas delataron la comprensión inmediata del relato de La Palma, autoría de Agustín Monsreal, en donde esta especie daba espacio a referirnos a la otra palma (la de la mano) y los momentos íntimos en la que podemos emplearla; o el magistral relato de Cecilia Eudave sobre la carta de El Borracho, donde nuestros deseos etílicos pueden verse obstruidos por la duda generada de lo hecho durante la embriaguez porque, ¿si no lo recuerdo no pasó?

Entre otros relatos de diversas antologías fuimos construyendo este recorrido hacia la minificción con un destino en común: crear nuestro propio aporte.

Así, jóvenes desde los quince años hasta escritores de edades diversas ampliaremos la parada turística de este viaje que se planea eterno: todas y todos podemos colaborar en dicha construcción, como creadores o como lectores, por ejemplo, hoy que se inaugura la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey) en Mérida, ¿cuántas ediciones minificcionistas podremos encontrar?

La incógnita de la respuesta es emocionante. Narrar universos desde la brevedad es un reto, pero también es un deleite: es englobar emociones, sentimientos, denuncias y la esencia humana en una cápsula que tarde o temprano va a explotar en nosotros. Y que lo haga con fuerza trascendental.

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