Naturaleza contra desarrollo
El poder de la pluma.
Todavía siguen en boca de todos los efectos causados por las recientes tormentas que han caído sobre territorio yucateco, pues los daños que han ocasionado siguen afectando a un considerable número de personas que hoy ven amenazado su futuro al estar comprometidos muchas veces sus intereses económicos y hasta su salud.
Esta situación no es obra de la casualidad, debemos reconocer que el acelerado crecimiento demográfico y la distribución desequilibrada de la población en el territorio, al interactuar con desigualdades sociales y regionales, las pautas de acceso y uso de los recursos naturales, las tecnologías utilizadas para su explotación y consumos vigentes, ejercen una fuerte presión sobre el medio ambiente y los recursos naturales.
Los vínculos entre la población, el medio ambiente y los recursos naturales están mediados por múltiples factores. El impacto ambiental de los asentamientos urbanos deriva del cambio de uso del suelo, además de los procesos locales de contaminación. Sus efectos directos son de mucho mayor alcance que los indirectos.
Para su funcionamiento, las ciudades realizan intercambios materiales y energéticos con un territorio muy amplio, contiguo o lejano. La ciudad requiere agua, alimentos y energía para sostener sus procesos.
Como resultado del consumo o transformación de bienes y servicios, las ciudades generan copiosas cantidades de residuos sólidos y líquidos, además de contaminantes de la atmósfera, que afectan ecosistemas locales y distantes.
El territorio necesario para la sustentación de un asentamiento urbano configura lo que se denomina su “huella ecológica”. Los impactos indirectos son también de gran envergadura. En la medida que las ciudades concentran la demanda de bienes y servicios, inciden en la dinámica productiva y ambiental de zonas rurales, de otras zonas urbanas distantes e incluso de áreas localizadas en otros países.
El proceso de urbanización de la población genera además impactos culturales, entre los que figuran la transformación de hábitos de consumo y la alienación de los ciudadanos de su entorno natural.
En el medio urbano se pierde la transparencia de las relaciones con los bienes y servicios ambientales que aportan los ecosistemas naturales. Mérida ya no es la de hace 15 ó 20 años, la ciudad blanca ya se vio rebasada en su crecimiento y sus modos de desarrollo; Mérida ya no nos proporciona la calidad de vida a la que estábamos acostumbrados, ya somos una ciudad de más de un millón de habitantes, el parque vehicular es inmenso y la cantidad de desarrollos de vivienda cada día ocupa más espacio en las zonas que teníamos como reserva territorial; en pocas palabras, Mérida ya no tiene la misma capacidad de carga, cada día es más difícil que nuestra bella capital pueda ser habitada sin empezar a resentir daños en sus diversos factores, sobre todo los ambientales.
Es momento de repensar cómo haremos para no forzar más a la naturaleza de la ciudad, pues de lo contrario, en menos de 10 años, tendremos muchos problemas ambientales que ya no nos permitirán seguir viviendo en la ciudad que para muchos era un paraíso.