Celebraciones navales
Daniel Uicab Alonzo: Celebraciones navales.
Las celebraciones iniciaron el domingo 20 de noviembre, fecha en que históricamente se otorgan ascensos a integrantes del Ejército, Fuerza Aérea y Armada. Previo al desfile revolucionario, como parte de la ceremonia protocolaria, el Presidente impuso en el zócalo capitalino insignias a generales y almirantes, condecoraciones y distinciones a soldados y marinos destacados en eventos deportivos. En esta ocasión, también a la Guardia Nacional.
Tres días después, en el puerto de Manzanillo, a bordo del buque “Usumacinta”, se conmemoró el Día de la Armada, establecido por un decreto presidencial de 1991, para recordar el papel que jugó la Marina en la consumación de la Independencia nacional, pues en 1825 el capitán de fragata Pedro Sainz de Baranda logró la rendición del último bastión de tropas españolas en San Juan de Ulúa, Veracruz. Al arriar la bandera española e izar la mexicana en esa fortaleza, se puso fin a la lucha iniciada en 1810.
Ahí, en la popa del buque engalanado, ante autoridades civiles, militares y mercantes, luego de entregar ascensos, condecoraciones y menciones honoríficas a los marinos, el presidente López Obrador dijo: “tenemos que recordar estas fechas, no pueden pasar inadvertidas, porque la misión principal de la Armada de México es la defensa de nuestra patria”.
Me gusta pensar que la ciudadanía considera que la Armada es la parte amable de las fuerzas armadas mexicanas, si bien cada una cumple determinadas funciones: el Ejército y la Fuerza Aérea operan en todo el territorio nacional, mientras que la naval ejerce soberanía en los litorales y nuestro mar patrimonial, vigilando la preservación de los recursos naturales con sus buques, aeronaves y unidades de Infantería de Marina. Y más recientemente, al mando de capitanías de puerto, Administraciones Portuarias (APIs), aduanas y algunos aeropuertos, con lo que amplió su radio de acción en prácticamente todo el territorio.
En estos días de polémica por el papel de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública, es preciso recordar que su ley orgánica señala que la misión de la institución es emplear el poder naval (personal, buques, aeronaves, equipo, infraestructura, etc.) para la defensa exterior y coadyuvar en la seguridad interior del país, en los términos que establecen la Constitución, las leyes que de ella derivan y los tratados internacionales.
Además, a lo largo de su historia, la Marina de guerra mexicana ha estado ligada al desarrollo económico y político del país y al bienestar de la sociedad, porque no sólo salvaguarda nuestra soberanía y los recursos naturales, sino también es uno de los primeros respondientes en casos y zonas de desastre, con capacidad de despliegue inmediato de sus fuerzas a cualquier lugar del país a través de su Plan Marina.
Los hombres y mujeres que integran la Armada (“pueblo con uniforme”) están motivados y en constante preparación en los diversos planteles navales, conscientes del rol que les corresponde en estos tiempos de cambio, a quienes inspira un sentimiento de orgullo de servir a la patria… en la tierra, en el aire y en el mar.
Anexo “1”
“Las mejores batallas”
El miércoles 23 de noviembre, en la cubierta principal del buque de guerra anfibia “Usumacinta” (segundo de la Armada que ostenta este nombre, el primero navegó el siglo pasado) el secretario de Marina, almirante José Rafael Ojeda Durán dijo que “los mexicanos necesitamos de unión y de voluntad sin precedentes. El enemigo a derrotar ahora es la corrupción, la injusticia, la desigualdad y la ilegalidad. Por ello, nos llena de orgullo contribuir con nuestra nación en acciones que nos beneficien a todos. Estas son nuestras mejores batallas”.
Ese mismo día, en su editorial, el periodista Carlos Loret de Mola daba cuenta de “una historia de nepotismo, tráfico de influencias y la corrupción, que ha llegado a altos niveles en la Secretaría de Marina” y mencionó: “(…) La red de corrupción la manejan los sobrinos políticos del almirante secretario Rafael Ojeda, es decir, los hijos de su cuñada. El primero es el contralmirante Roberto Farías Laguna, quien se desempeña como secretario particular del subsecretario Arellano Ruiz, y nos cuentan que opera la Subsecretaría como propia. El segundo, recién promovido a contralmirante, es Fernando Farías Laguna” que “lleva dos ascensos en cuatro años”. En realidad son tres años, porque ascendió a capitán de navío en 2019 y este 20 de noviembre, a contralmirante.
Respecto al ascenso, podemos mencionar que siempre hay inconformes, pero es preciso señalar que las jerarquías de capitán de navío a almirante son ratificadas por el Senado, que este año avaló un dictamen (con 79 votos a favor, 7 en contra y 8 abstenciones, según el comunicado de prensa 425) para ratificar 86 ascensos propuestos por el Ejecutivo Federal: 39 para capitán de navío, 26 para contralmirante, 18 para vicealmirantes y tres almirantes.
Además, la Semar tiene instancias a las que pueden recurrir quienes se sientan afectados en sus derechos escalafonarios, por lo que la filtración al periodista pasó por alto el dicho de que “la ropa sucia se lava en casa”. Respecto a los otros presuntos malos manejos, de ser ciertos, la Marina tomará las decisiones acertadas.