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Porfirio Díaz tenía como propósito proyectar a nivel internacional la imagen de un México moderno, progresista y cosmopolita, en sintonía con los avances científicos de la época en los ámbitos político, económico, social, cultural, sanitarioy tecnológico. La celebración del Centenario de la Independencia en 1910 se presentó como el evento ideal para alcanzar dichos fines.

Las actividades programadas en la capital del país para los festejos incluyeron la construcción de importantes obras públicas, como el sistema de drenaje profundo, la apertura del Manicomio de La Castañeda y la inauguración de la Penitenciaria Nacional en San Jacinto Atlixco. También se llevó a cabo la renovación del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, así como la edificación de monumentos y estatuas, entre los que destaca el Hemiciclo a Juárez en la Alameda Central, con lo cual se buscaba ligar la figura de Benito Juárez a la del presidente Díaz. Otro de los actos significativos fue la inauguración de la Columna de la Independencia.

Las festividades también incluyeron eventos de índole intelectual y académica, como la apertura de los congresos de Americanistas, de Educación Primaria y el Congreso Médico Nacional. Además, se inauguró la Universidad Nacional y se realizó el desfile histórico el 15 de Septiembre, en el que el régimen escenificó su interpretación de la historia mexicana, con el objetivo de difundir un discurso oficial en toda la sociedad.

Annick Lempérière, en su artículo “Los dos Centenarios de la Independencia Mexicana (1910-1921): de la historia patria a la antropología cultural”, publicado en Historia mexicana (1995), señala que “el desfile histórico del 15 de septiembre es el que mejor revela qué memoria histórica y política deseaba presentar y perpetuar el régimen”. El desfile histórico fue la apoteosis de las celebraciones, ya que representaba una dramatización de los tres grandes periodos de la historia de México: la Época Prehispánica, la Conquista y dominación española, y finalmente, la Independencia.

La inclusión de la Época Prehispánica en el desfile acentuó la separación simbólica entre el “indio vivo” y el “indio muerto”, dándole mayor énfasis a este último. Se buscaba reivindicar al “indio muerto”, idealizado a través de figuras como los antiguos aztecas y tlaxcaltecas, con Cuauhtémoc, mártir de la resistencia azteca contra los españoles, como un símbolo central. En contraste, los indígenas contemporáneos eran percibidos de manera negativa, como personas perezosas, incultas y ociosas, asociadas con el consumo de pulque. En síntesis, el desfile reflejó la versión liberal de la historia mexicana.

Otro tema central en el desfile fue la proyección de la identidad de México como nación mestiza. Se exaltaba al Presidente mestizo que gobernaba positivamente los destinos del país. La representación del mestizaje tenía tanto propósitos culturales como políticos, ya que declararse mestizo era aceptar la dominación e influencia cultural hispánica, bien representa en el desfile. Esta representación también hacía alusión a la preocupación de las elites porfiristas frente al avance de la cultura anglosajona proveniente de los Estados Unidos. Así, el desfile histórico, fue la culminación simbólica de las festividadesdel Centenario en la capital del país. (Continuará). 

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