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Hay textos que llegan a nosotros como si nos hubieran buscado por mucho tiempo. Basta una voz a modo de recomendación que nos guíe hasta el encuentro. En otras ocasiones la magia resulta física; las letras amontonadas vueltas libro pasan de mano en mano hasta llegar a las nuestras y es así como nos quedamos, por un segundo efímero y frágil, ante la novedad de lo que no conocemos. Personalmente, las recomendaciones a ciegas son mis predilectas. Alguien ha pensado en ti y da por hecho una compatibilidad incierta. Si todo sale bien, las palabras se quedan en la mente y se crea un nuevo recuerdo, una asociación preciosa entre una persona, un texto y la nueva alusión que se ha tejido entre los tres. En cambio, si algo saliera mal, no hay un daño, simplemente se opta por el olvido y se agradece el gesto.

“Chac Mool”, cuento que forma parte de Los días enmascarados, del escritor mexicano Carlos Fuentes, narra la historia de Filiberto y su legado póstumo: una historia difícil de creer para los ojos exigentes y al mismo tiempo una caricia para aquellos que gozan de lo que se construye a partir de lo fantástico.

Una voz narrativa sin nombre nos informa que Filiberto murió ahogado en Acapulco; lo hizo con la tranquilidad de quien se entrega a la marea sin temor a una agitación posterior. Lo extraño era que Filiberto sabía nadar perfectamente. Detrás dejó una casa enorme atrapada en un pasado decorativo, una colección impresionante de piezas por demás fascinantes y peculiares, un cuaderno con guiños de diario y su más reciente adquisición: un Chac Mool de tamaño considerable.

Los días pasaron y con ello la fascinación por la pieza creció. A la par, la temporada de lluvias se hizo presente y eso supuso un riesgo para la nueva pieza; la humedad, el peor enemigo para la conservación íntegra de cualquier cosa. Sin embargo, pronto esa humedad pareció dar vida al Chac Mool, quien comenzó a invadir habitaciones de la casa y también a presentar humores; era demandante al grado de la intimidación y lo suficientemente aterrador como para llevar a Filiberto a un destino final que hubiera sido difícil de creer si no hubiera registrado todo en el cuaderno.

De esto nos enteramos gracias a la palabra escrita y a un puente lo suficientemente largo y flexible para llegar hasta nosotros entre lo mágico de las circunstancias, los guiños de la vida y los misterios de la historia que nos antecede. Hay relatos que se agradecen, éste sin duda es uno de ellos

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