Los costos de la insurrección femenina

Aída López: Los costos de la insurrección femenina.

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Y de la costilla que el Señor Dios
había tomado del hombre,
formó una mujer y la trajo al hombre.
Génesis 2:22

Las noticias de desapariciones y asesinatos de mujeres en el país es un tema que horroriza. Con el lema “Ni una menos”, activistas se manifiestan por los medios disponibles. Nadie entiende qué pasa por la mente de los hombres para decidir acabar con la vida de una mujer, principalmente jóvenes. Son tan diversas las circunstancias y las apariencias, que no es posible llegar a conclusiones. A algunas les sucede por traer la falda corta, pero a las que las traen largas también las matan; a otras por andar a deshoras de la noche, pero a la luz del día también hay asesinatos; por andar con malas compañías, pero las que están con amigas también pueden ser víctimas; por vivir en ciudades consideradas de alto riesgo como la capital, pero también matan a las que viven en provincia; así podrían mencionarse características particulares de cada caso en los que una mujer ha sido ultimada por un hombre o la que hace la función masculina, ya sea el novio, el esposo o el amante.

La doctora Silvia Quezada de la Universidad de Guadalajara en su reciente novela, Habitaciones Furtivas (CECA, 2021), ficciona la investigación de la muerte de la poeta mexicana Rebeca Uribe (1911- 1949). Una escritora que a través de sus versos se rebeló a los estereotipos de la mujer de la primera mitad del siglo XX. Nacida durante la Revolución Mexicana, seguramente estuvo influenciada por la atmosfera combativa de la época, cuyo resultado puede apreciarse en la libertad de su escritura.

¿Asesinato o suicidio? Es la intriga con la que se manejaron los encabezados de las notas periodísticas y que hicieron que la doctora Quezada emprendiera un trabajo de rigurosa investigación académica por más de dos décadas, tiempo en el que rescató cinco de seis poemarios publicados. Descubrió el poder de la escritura insurrecta de Rebeca al contravenir el rol asignado a la mujer desde el patriarcado, cuando la posición y la presencia femenina se justificaban desde el matrimonio y la maternidad o de lo contrario la denostación social la llevaría a cuestas. Ser escritora, soltera y decidir la orientación de su sexualidad, eran condenas que en algunas costó la invisibilización de su obra y, en otras, la vida.

“Nos están matando”, escuché de una madre adolorida por su pérdida. El enojo masculino ha exacerbado la testosterona. ¿Cuál es el mensaje con tantas desapariciones y asesinatos? Parece que la “desobediencia” necesita un escarmiento, entonces ellos se preguntarán, ¿cuántas más para que entiendan? Por eso repetimos que “Ni una menos”, no aceptar sus imposiciones ha tenido un precio que parece impagable.

Habitaciones Furtivas instala un silencio incómodo entre sus páginas cuando un personaje sentencia que “a los muertos hay que dejarlos en paz”, pero mientras los vivos no la tengamos, será imposible que el olvido se posesione de la memoria y sobrevenga la amnesia.

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