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Cuando hablamos del federalismo mexicano, pensamos en la tradicional idea de que nuestro país está conformado por estados libres y soberanos, que desde 1824 decidieron unirse en un pacto federal, cediendo parte de su soberanía al nuevo Estado Nacional. Sin embargo, habría que hacer dos aclaraciones al respecto: primero, la mayoría de las entidades federativas nunca fueron estados independientes; fue la Constitución de Cádiz la que otorgó cierto grado de autonomía a las provincias de la Nueva España y descentralizó el poder real, pero continuaron siendo núcleos coloniales.

En segundo lugar, el concepto “federalismo” depende de otros relacionados, mas no subordinados, siendo soberanía y autonomía los más importantes. Solemos mal entender el pacto federal al asumir que las entidades ceden parte de su soberanía a la Federación, pensamiento falaz, pues el concepto “soberanía” es indivisible. Cada uno de los estados mexicanos, si bien puede organizarse internamente de manera autónoma y crear su sistema normativo, siempre tiene que estar sujeto y subordinado a la norma federal, lo que es contradictorio en sí mismo, pues soberanía implica la facultad de un pueblo para sujetarse a las normas que más le convengan y que no tenga limitación mayor que la que a sí mismo se imponga. Es decir, que fuerzas externas, incluyendo la Federación, no pueden estar por encima de una entidad soberana. Sí, los estados fueron libres y soberanos al momento de suscribir el pacto federal, pero dejaron de serlo al conformar el Estado Mexicano adquiriendo en su lugar autonomía, misma que les permite organizarse internamente como mejor les convenga, legislar en todo lo que no esté expresamente reservado para la Federación y elegir a sus propias autoridades. Hablar de “constituciones de estados libres y soberanos” es un error en México, yerro en el que cae la misma Constitución Federal en su artículo 40.

Por eso figuras como la de los “superdelegados” de AMLO no transgreden la estructura federalista, pues son puramente administrativas y no interfieren con la autonomía estatal, cosa que sí ha hecho el Legislativo federal en coadyuvancia con el desinterés o desconocimiento de las legislaturas locales, quienes con cada reforma constitucional votan para darle más facultades a la Federación y quitarles autonomía a los estados, acercándonos, entonces sí, a un estado no federal sino centralista, del que ya nos separa una corta distancia.

Extra: impactó la ola derechista en Brasil, lo cual implica un avance del conservadurismo en Latinoamérica, que puede significar retroceso en materia de derechos humanos. Pendientes.

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