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Ante el cierre de escuelas por la contingencia sanitaria, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, ha puesto énfasis en cumplir, de cualquier manera, con el programa de estudios a través de diferentes mecanismos virtuales por la inminente amenaza de contagios masivos en la fase tres que se avecina. El aprendizaje en casa se ha vuelto uno de los temas centrales de esta emergencia y genera tensión por el deseo de mantener el ritmo de aprendizaje, aun cuando en el seno familiar se luche por la sobrevivencia y la integridad de sus miembros. Pocos saben que, ante situaciones estresantes de peligro, el cerebro humano bloquea su sistema inmunológico y, por supuesto, también las capacidades normales de aprendizaje académico debido al aislamiento, el confinamiento familiar en espacios reducidos, y la advertencia insistente de “quédate en casa, quédate en…”.

Por ello debemos ponernos en los zapatos de los padres de familia y tener claro que una es la prioridad básica: mantenernos sanos y con vida y, otra, la tarea de la escuela. Después de ir cubriendo este elemento fundamental y crucial, podemos ir pensando en la continuidad y sostenimiento de ciertos procesos de aprendizaje, es decir, con flexibilidad, sin la ansiedad de cubrir todo como si estuviéramos en tiempos escolares ordinarios. Sin duda alguna, los alumnos podrán alcanzar conocimientos mediante formas virtuales, pero también obtendrán conocimientos alrededor de su vida presente: la pandemia, las estrategias para superarla, cómo vivir en familia, qué será de nuestra existencia después de la crisis, la realidad de los más excluidos y vulnerables, la situación política, los cambios en la higiene y en la vida sanitaria. Aprender desde y para la emergencia puede ser el aprendizaje central de estos días. ¡Hay tanto para aprender de esta situación! y esta generación vivirá una experiencia enriquecedora.

Para la sociedad en general, cualquier recurso que nos permita superar la crisis, aprender de ella, mantenernos vivos, seguir aprendiendo, es útil, y debe colocarse en los medios como redes sociales y plataformas diversas. Lecturas diversas y acceso a páginas culturales de museos son ejemplos de las opciones que debemos aprovechar. Pero no olvidemos a los millones de alumnos de zonas marginadas que no tienen computadora y mucho menos servicio de internet en casa, o teléfonos celulares, y los casos donde los padres no cuentan con preparación alguna; esos pequeños que viven en lugares sin agua, con alta vulnerabilidad y riesgos en esta pandemia representan la cara más dramática. Es por ello en el dilema: sobrevivir o salvar el curso escolar, todos optarán por lo primero, pero la educación los debe llevar a una vida digna, debe ser una herramienta eficaz para la supervivencia. Entre tanto, preparémonos para una crisis larga que nos lleve de regreso a la escuela en septiembre próximo.

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