|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hace unos días, por alguna situación llegué a la comisaría meridana de Dzityá, muy conocida por las artesanías que ahí se crean y por la feria “Tunich” que anualmente se realiza en la plaza principal para exponer y promocionar todo lo que ahí se produce. En los alrededores de la plaza podemos encontrar algunos de los más antiguos talleres donde se trabaja la madera; ahí platiqué con el señor Eduardo Manzanero, quien, además de ser el responsable de uno de esos espacios, es padre de familia y maestro artesano; sus principales alumnos, sus hijos, han seguido sus pasos al pie de la letra y han aprendido que ningún retazo de madera se desperdicia, todo se puede aprovechar para transformarlo, logrando crear piezas que sorprenden a propios y extraños, resultado de años de trabajo, experiencia, golpes y cortadas, siendo sus manos testigos de todo aquello.

En la charla, me contó el difícil momento que atravesaron el año pasado, debido a que la mayor parte de 2020 tuvieron que cerrar el negocio, perdiendo así su principal fuente de ingresos, pero ahora la situación es un poco diferente, ya que regresaron a trabajar la madera, con las debidas previsiones que las autoridades dictan, pero retomando el camino que tenían; sin embargo, se enfrentan a otro problema, ya que muchos demeritan el talento y esfuerzo de los artesanos “regateando” los precios finales del producto y aprovechando la necesidad de vender para subsistir.

Don Eduardo me contó una anécdota. “En una ocasión, llegó un señor al negocio, vestía elegante y en un auto de lujo, al preguntar por un frutero, se sorprendió por el precio que le presenté y pidió que le baje para que se lo pueda llevar; continuamos platicando y le dije: ese vehículo luce muy bonito, se ve que tiene mucha potencia al andar, seguramente a la concesionaria a la cual se lo compraste es imposible pedirle lo que tú me pides, así que lo que yo hago es lo mismo, no te vendo el material, no te vendo el frutero solamente, te vendo mi tiempo, mi talento, mis cortadas, mi sudor y, ¿por qué no?, hasta mi labia para convencerte de llevártelo. Me respondió: tienes razón y se llevó sin reclamo alguno el producto”.

Sin duda creo que ésta es clara muestra de que si tienes talento para hacer algo, no lo regales, no te vendas barato, conoce de lo que eres capaz y sobre eso ofértate y quienes deseen adquirir un producto o servicio no se aprovechen de la necesidad, no menosprecien el esfuerzo de los locales, de los pequeños productores o de quienes están comenzando, porque tienen el mismo mérito o más que las grandes empresas a quienes nunca les piden que bajen sus precios. El esfuerzo, habilidades y tiempo destinado es lo que le da un valor, así que debemos apreciarlo, si no puedes adquirirlo o no estás de acuerdo, no quites mérito al artesano o productor al “machetear” sus precios.

Lo más leído

skeleton





skeleton