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Un anciano jefe indio le hablaba a su nieto de la batalla continua que se vive dentro de cada uno de nosotros. Le decía que es como una lucha entre dos lobos la que se lleva a cabo en cada persona. Uno de los lobos es la maldad, la envidia, los celos, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia y el ego. El otro lobo es el bueno, es la alegría, la paz, el amor, la esperanza la serenidad, la bondad, la compasión, la empatía, la generosidad. El nieto entonces lo miró y muy serio preguntó: “¿ Y qué lobo es el que gana, abuelo?”, y el jefe le contestó: “El que tú alimentes”.

Así es, todos tenemos dentro de nosotros todas esas características, ninguna de ellas se debe considerar buena o mala, pero debemos decidir qué valores haremos vivir en nosotros y esos serán los que crecerán. Decía el Principito en la novela de Saint Exupery: “Lo que hace importante a tu flor es el tiempo que le dedicas”. Él tenía una rosa en su planeta a la que amaba, la que creía que era única, y un día llega a la Tierra y encuentra un jardín lleno de rosas que en apariencia eran iguales a la suya, pero él les dice que no, que la suya es especial porque él le ha dedicado tiempo.

Por eso tenemos que ver a qué le dedicamos tiempo, porque es a lo que le estamos dando importancia, es el lobo al que estamos alimentando, y al final los valores que nos rigen; las cosas a las que les dedicamos tiempo definen nuestras verdaderas preferencias.

El mundo de hoy vive en la locura de repetir las cosas una y otra vez esperando diferentes resultados, porque tenemos una meta, pero no estamos dispuestos a hacer las cosas que nos llevan a ella, queremos el camino fácil, el que se recorre sin esfuerzo, ya no tenemos tolerancia a la frustración, las cosas nos tienen que salir a la primera. Lo queremos todo: queremos ser guapos, sanos, ricos, felices, pero no queremos construir, lo queremos todo y lo queremos ya, y no nos damos cuenta que el camino recorrido para conseguir las cosas es lo que les da valor, que lo que le da importancia a nuestra flor es el tiempo que le hemos dedicado. Que el amor y la familia van mejorando con los años, porque tenemos más historias compartidas, más recuerdos; que el éxito no está en tener dinero al momento, sino en el camino recorrido, en los logros obtenidos.

Hay que definir ¿qué lobo alimentaremos?, quiénes queremos ser, porque ese lobo al que alimentamos acabará por definirnos, por guiarnos. Lo alimentamos con cada decisión que tomamos, sea grande o pequeña, y esto nos lleva más cerca de la persona que seremos.

Así sabemos que tenemos que ayudar a los demás, pero el egoísmo de la vida de hoy no nos da tiempo ni recursos para hacerlo; sabemos que debemos de ser fieles a nuestra pareja, pero la imagen de la sociedad de un triunfador incluye que tenga aventuras; en el fondo sabemos que nuestros valores, que lo importante, que lo que trasciende está en el espíritu, pero todo nos lleva a comprar más cosas, a ostentar, a mostrar, y no nos damos cuenta del vacío que vamos formando en nuestra vida y en la de nuestros hijos que están creciendo creyendo que el éxito se encuentra en una marca de coche, que el amor se obtiene si se tiene una buena figura, que la amistad se consigue cuando te conviene, que Dios esté en un ritual y no siempre en tu interior y que la belleza es exterior cuando lo realmente hermoso es invisible para los ojos, como decía el Principito.

Hoy la gente se siente perdida, está rodeada de excesos, de alcohol y drogas, de comida chatarra, de amigos virtuales, de vida sedentaria; está alejada de todo lo importante, del contacto humano, del calor de la amistad, del sabor de las frutas recién cortadas, del contacto con la tierra. Es difícil encontrar el sentido de la vida si la publicidad te marca de manera atractiva un camino equivocado, si nosotros los padres no tomamos decisiones radicales y vivimos conforme a nuestros valores, vivimos y educamos pensando en el que dirán, en lo que hoy se usa, en lo que la sociedad pide, tenemos miedo de no ser aceptados y no nos damos cuenta que la única aceptación que necesitamos para ser felices es la que viene de nuestra conciencia, que no importa cuánto ruido exterior hagamos con la televisión y con el Facebook nunca podremos disminuir la voz de nuestra conciencia que nos dice que estamos actuando mal, que no estamos viviendo conforme a lo que creemos que está bien; no hay fortuna que te dé paz interior, ésta se obtiene al vivir, al decidir, al amar, al ayudar y al compartir. No hay cuerpo sano si no se come adecuadamente y se hace ejercicio, no hay mente sana si no se vive con rectitud y se alimenta nuestra creatividad y nuestro conocimiento con información valiosa. Elige bien a qué lobo alimentas.

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