Muestras de idiotez
En Facebook, me topé con noticias de dos invitaciones a cual más aberrantes.
Umberto Eco es un semiótico y novelista genial. Uno de los grandes autores del siglo XX, pero también uno de los críticos más duros y mordaces de los abusos de la modernidad. Hace unos días estuve pensando en Eco cuando, en Facebook, me topé con noticias de dos invitaciones a cual más aberrantes.
Una de ellas es el llamado reto de “La ballena azul”, creado por un joven ruso, Philipp Budeikin, cuyo objetivo declarado es limpiar de “basura humana” o “residuos biodegradables” al mundo. No obstante lo irracional del método de Budeikin, de 21 años de edad, el reto ha llevado al suicidio a 150 personas en Rusia.
En resumen, el reto consiste en una serie de pruebas que van siendo cada vez más difíciles y tétricas (incluye automutilaciones y heridas con cuchillo) y culminan en el suicidio del participante (la mayoría jóvenes, pero no están excluidos ni niños ni ancianos). Se practica por medio de grupos cerrados en Facebook o en WhatsApp (él lo inició en una red rusa llamada VKontakte). Se basan en el mito de que los varamientos de esos cetáceos son en realidad suicidios de los ejemplares más viejos y ya inútiles, aunque los de ballena azul son muy raros.
La otra invitación era de un bar en Hecelchakán, Campeche, a un “Concurso de borrachos”, mediante “equipos”, cuyo único objetivo era ver qué grupo aguantaba más. Perdía el grupo con sólo que uno de sus miembros llegara a tal grado de ebriedad que ya no pudiera seguir tomando. Ignoro si llegó a realizarse esa competencia estúpida, pero nada más con que se haya publicado deja en evidencia hasta dónde es capaz de llegar la estolidez.
Y todavía hay más: la “pelea” entre el bulto al que le dicen “el junior”, hijo de quien no puede ser ejemplo de nada para nadie, el ex campeón mundial Julio César Chávez, y el muy mediocre golpeador jalisciense Saúl Alvarez, a quien apodan Canelo. Fue un suceso inflado por las televisoras y las redes que explotan el morbo. Otra vez, un juego perverso en el que cae la estupidez humana.
No soy detractor de las redes sociales –es más, soy usuario asiduo de ese maravilloso invento-, pero tengo que admitir que muchas veces se vuelven vehículo de perversiones, degradaciones y muestras de lo peor del hombre o cuando menos acabadas manifestaciones de idiotez.
Tiene razón Eco, que tituló su libro póstumo (lo dio a la imprenta días antes de morir, en febrero de 2016) “De la estupidez a la locura” y lo subtituló: “Cómo vivir en un mundo sin rumbo”. Editorial Lumen. Se los recomiendo.n