Hasta el último aut
Semana de hondas emociones y contrastes la que concluyó el sábado con una noticia muy triste para el gremio periodístico de Yucatán.
Semana de hondas emociones y contrastes la que concluyó el sábado con una noticia muy triste para el gremio periodístico de Yucatán –especialmente la crónica deportiva-: la muerte, apenas a los 46 años, de Russell Augusto Gutiérrez Canto, voz infaltable en los últimos años en las transmisiones radiofónicas durante la temporada de la Liga Mexicana de Beisbol.
Russell murió quizá como quisieran morir quienes aman lo que hacen: poco después de haber narrado el juego sabatino de la Liga Meridana, en el campo de Pacabtún, entre Zorros y Rockies. Ya decenas de quienes fueron sus amigos y colegas han expresado lo que para ellos y para el deporte en general y el beisbol en particular representó Gutiérrez Canto. Desde estas líneas, sólo nos resta desearles pronta resignación a su hijo Russell, a sus padres, el gran taurino y mejor amigo Russell Gutiérrez Vales, y María del Carmen Canto, y a quienes lo amaron.
La vida, sin embargo, es de claroscuros, y la mañana del mismo sábado me regaló unos momentos de profunda emoción gracias a un suceso muy importante para quien –como yo- es un enamorado de la historia y de su pueblo natal. Pronto habrá más información sobre este suceso que llenó el corazón de alborozo.
La semana también –siguiendo en el plano deportivo- deparó otras alegrías. Por ejemplo, la eliminación de los Yanquis en la lucha por el banderín de la Liga Americana. Claro que hay que reconocer el mérito de los neoyorquinos que de comodín pasaron a serio contendiente y llegaron hasta el tope de siete partidos, pero ni así, jamás, óigalo bien, voy a irle de nuevo a esa novena. Y de eso hay un culpable, aunque no creo que mi aversión le haya quitado el sueño: George Steinbrenner, que a base de billetes construyó el segundo imperio de las rayitas.
Hoy, con los Astros de Houston como rivales de los Dodgers –alguna vez acérrimos enemigos de Yanquis cuando aquéllos fueron de Brooklin y se disputaron series mundiales-, cambio de camiseta: mis favoritos (al menos los que me gustaría que ganen) son los Esquivadores –nombre con una interesante historia que tiene que ver con los tranvías que atravesaban Brooklin en el siglo XIX- y creo que tienen las herramientas para lograrlo. El cambio de playera se debe a que desde que en la Liga Americana se estableció el bateador designado, para éste tradicionalista del beisbol, perdió mucho ese bello deporte que alguien llamó “ajedrez sobre la grama”. El día que el Viejo Circuito adopte esa medida no se qué voy a hacer. A lo mejor me cuelgo de la primera mata de cilantro que halle.