La historia en presente
Me preocupa que no se conozca la historia, que haya tan corta visión de la vida hoy.
Uno a veces, como sin querer, se topa con realidades que lo hacen detenerse y pensar (cosa que a muchos nos duele, pero que si hiciéramos más seguido quizá seríamos diferentes o actuaríamos de forma distinta). En este caso, ese momento de reflexión se derivó de una lectura: la Historia del siglo XX, de Eric Hobsbawm (1917-2012).
La obra del historiador británico –un imprescindible cuando se trata de entender la vida en los siglos XIX y XX- me hizo reflexionar sobre el hecho, no se si afortunado o desafortunado, de haber nacido cuando ya se acercaba la segunda mitad del siglo pasado y seguir respirando cuando ya entramos a la segunda década de éste. En ese lapso, hemos visto caer sistemas políticos como el imperialismo –y su concomitante colonialismo-, el fascismo y el comunismo y el surgimiento de violentas ideologías religiosas a las que, malamente, el mundo engloba bajo las banderas del islam.
En las siete décadas que ya llevo sobre la faz de la tierra, algunos acontecimientos han sido –como el propio Hobsbawm dice que le ocurrió el 30 de enero de 1933, cuando, niño de 15 años, se enteró, camino de la escuela a casa, de que Hitler había asumido como canciller en Alemania- más que una fecha, una marca en el alma y en la emoción, de modo que la historia, en este caso, no trata sólo de comprender el pasado, puesto que ese pasado fue vivido en presente.
Los de mi generación –la que creció en un México de partido único y hegemónico-, vivimos en medio de las convulsiones de la guerra fría que solía calentarse; el hombre que somos, en esos entonces aún no se liberaba del recuerdo cercano de la II Guerra Mundial y las atrocidades del régimen nazi; se enteraba de los sucesos en torno al Muro de Berlín, pero también estuvo presente cuando la caída (impensada y casi vertiginosa, arrollada por la realidad) del régimen comunista y la URSS. Hoy mira bajo el signo de la interrogación y el miedo el presente convulso y violento y no alcanza a vislumbrar un nuevo, justo orden mundial en medio del caos económico y social que vive el planeta.
A esos hombres nos preocupa que no se conozca la historia, que haya tan corta visión de la vida hoy. Lo que ahora se conoce de oídas (si es que se conoce) y en los salones de clase (si es que se enseña) es pasado que puede ser presente de nuevo y con más catastróficas consecuencias. Quizá ya no estaremos para verlo, pero la humanidad no se acaba con nuestro óbito.