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Antonio caminó por un atajo con la dicha de aspirar el aroma de los montes, y sintió, sin reparos de ningún tipo, la fragancia limpia de las abejas. Estos prodigiosos animalitos chupaban néctar de las flores como si su trabajo hubiera sido organizado con anticipación, por lo que poco más tarde los apicultores le obsequiaron un frasco de miel recién recogida de la colmena.

Como otras veces, trató de andar libre por el campo, carente del mínimo respingo, desprovisto de la manía que tienen muchos de intentar ser diferentes de uno mismo, quitándose ese toque de autenticidad que se requiere en la vida, con tal de estar más cerca de las maneras de ser que otros cultivan, por moda o por conveniencia, según sea el caso.

Montados en la ola del ocultamiento de sí mismos, se dan pasos infalibles a la imitación, a la copia, a esa simpleza atroz de ser apenas el eco de otras voces y callar para siempre el acento personal que nos viene de dentro. Y es que una de las preocupaciones de estos primeros lustros del siglo XXI es saber cuáles han sido los signos que distinguen a las personas que vivimos el amanecer de una centuria, subrayando aspectos que se relacionan con la diversidad y la diferencia, con el derecho a disentir, a saber mirarse en el otro y colocarse muy lejos de esa cómoda conveniencia de ser parte de la vastísima multitud de personas que escogen ser no se auténticos. ¿Estamos en el camino para aprender a ser suficientemente inclusivos? ¿Discrepar sin cortapisas es parte de los códigos actuales?

A punto de regresar del monte, de pasar de la verde hojarasca al caluroso asfalto que recubre el suelo urbano, alguien le gritó, sacándose una baraja de la manga: “Antonio, que no se te vaya la vida sin hacer política”, a lo que replicó categórico, con su aristotélica animalidad: “Claro que sí, siempre que me dejen contradecir las verdades absolutas”, en alusión a la intolerancia que a veces se practica en enjambre, pese al devenir del nuevo siglo y al susurro de sus tecnologías vertiginosas. Vale la pena ser natural o al menos intentarlo con insistencia.

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