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Hace algunos años presenciamos los festejos por el 70 aniversario de las Misiones Culturales en Yucatán, celebrados en el municipio de Tekom. El acto fue emotivo aunque se sabe que el primer trabajo educativo de esta índole, organizado en Valladolid en el año de 1931, incluyó a dos figuras destacadas de la plástica: Enrique Gottdiener Soto y Armando García Franchi, nombres poco referidos durante el evento, quizás porque las propias Misiones entraron en receso, hasta su resurgimiento en el año 1942.

De cualquier manera, no es conveniente pasar por alto la incorporación de estos artistas en las tareas de los maestros de la educación errante y extraescolar, porque los hechos y las figuras prominentes pueden ser ejemplo para reanimar la mística formativa e incorporación del arte que inspiraron a José Vasconcelos a impulsar las Misiones Culturales, ideadas por José Martí en su artículo precursor Maestros Ambulantes. En ese texto publicado en Nueva York hacia 1884, un caballero dominicano preguntó a Martí: “¿Pero cómo establecería usted ese sistema de maestros ambulantes de que en libro de educación alguno hemos visto mencionar…? Y el poeta cubano respondió: “Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí, y son, sin embargo, la clave de la… elevación espiritual…”.

Cierto que nombres como los de Gottdiener y García Franchi son apenas dos casos de la extensa relación de artistas interesados en el mejoramiento y transformación de las comunidades campesinas, con la intervención explicita de la plástica, pensando como Martí que las personas crecen cuando aprenden algo y cuando hacen el bien. Pensando también a la manera de José Vasconcelos para quien “…el gusto por la belleza es el único camino que le queda al laico para acercarse a las cosas de Dios”.

Bajo cualquiera de estos enfoques, es necesario que las Misiones continúen su trabajo con la cultura, acompañada de la agronomía, la carpintería y la enseñanza básica, como factores para el desarrollo humano, en un medio vulnerable, frágil en varios sentidos y con pocos horizontes económicos. Por cuanto han logrado a través de su acción en las comunidades mayas, y por lo que pueden colaborar para su ascenso, es importante mantener en ejercicio estas Misiones, y procurar la existencia de un diálogo entre las antiguas generaciones de misioneros y los que se inician en este trabajo cuyos largos años de vida no incluyen la existencia de una escuela destinada a la enseñanza de dichas labores en las Misiones. En ese sentido señalaba Martí: “…se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo… de maestros misioneros…”.

Esta labor impulsada en México por José Vasconcelos tuvo sus primeros destellos en 1923 cuando se expide el Plan de las Misiones Federales de Educación, pero no fue sino hasta febrero de 1926 que se estableció la Dirección de Misiones Culturales.

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