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El sacerdote Marcos del Río fue un misionero jesuita que se dedicó a evangelizar a los pimas y a otros grupos nativos de Sonora. Un día lo llevaron a una cueva y un hombre llamado Melchor Cruz le contó el origen de los pimas, según la versión de su abuelo. Este relato fue recopilado por Francisco Eloy Bustamante.

Posteriormente a su caída del cielo en forma de estrellas, los pimas se transformaron en seres humanos y pronto surgió una cruenta guerra con los otros grupos indígenas.

Después un tiempo, los pimas lograron derrotar a los belicosos que nunca habían querido la paz. Pero esta victoria solo fue un alivio para los triunfadores, porque los vencidos se replegaron en la costa y desde allí venían a atacar a los pimas.

Dijo el abuelo de Melchor que aquellos enemigos capturaban, les daban azotes y a veces mataban a los pimas. Los ancestros de Melchor y del abuelo no tenían paz porque muchas veces fueron apedreados cuando estaban durmiendo. Estos nativos hostiles los flechaban por la espalda cuando caminaban en el monte. Buscando otro lugar para vivir, atravesaron el desierto y las selvas, durmieron en las cavernas naturales y en las cuevas excavadas en la tierra. Así fue como llegaron al antiguo Real Pitic, hoy Hermosillo.

Melchor afirmó que todos esos relatos de los pimas quedaron registrados en pergaminos que los ancestros elaboraron con hojas de algunos árboles y las tintas que obtenían de otros vegetales. Las generaciones posteriores guardaron estos antiguos documentos en la cueva sagrada del Pitic. Aunque están escritos en claves secretas, finaliza Melchor, vendrán otros pimas que sabrán interpretarlas. Así se conocerá cómo fue el inicio y el final del mundo. Entonces la tierra se cubrirá de sangre y odio.

El jesuita Marcos del Río, cuyo verdadero nombre fue Mark Van Der Veken y de nacionalidad belga, ya era de edad avanzada cuando recibió la orden de presentarse en la Ciudad de México. De allí fue remitido a Europa para descansar el resto de sus días. Entonces, se dedicó a escribir sus memorias y así dejó el testimonio de lo que le contara el indio Melchor Cruz en la entrada de la caverna sagrada del Pitic.

Algunos investigadores, quienes tuvieron acceso a la información que escribió el jesuita europeo, llegaron a Sonora desde los mediados del siglo XX para buscar la caverna donde están las claves, pero sus esfuerzos han sido inútiles. Al paso de los años el optimismo aumentó, pues siguen llegando exploradores buscando la cueva que contiene la historia del origen de los pimas, pueblo que fue conquistado con la espada y la cruz por el alférez Juan Bautista de Escalante, y desde luego, con el amor de los padres Adamo Gilg, Nicolás Perea y Eusebio Francisco Kino.

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