El cenzontle, el ruiseñor y la yuuya

Carlos Evia Cervantes: El cenzontle, el ruiseñor y la yuuya

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Después de la conquista, la tradición oral maya recibió una fuerte influencia de la religión católica, al grado que las deidades de este culto fueron incorporadas a los relatos nativos. Ramón Ortegón Cachón tuvo el acierto de recopilar en Teabo un ejemplo de lo planteado y que es un mito muy conocido en Yucatán.

Dios dijo una vez que quería tener su propio coro y por esto le encargó a San Pedro reunir a todos los pájaros para que tomaran clases de canto. Pero sobre la marcha el santo excluyó al cenzontle, al ruiseñor y a la oropéndola o yuuya. Al cenzontle le negó la entrada a las clases, porque según él, tenía las patas muy delgadas y largas, además que su plumaje era de color ceniza. Al ruiseñor le prohibió la participación, porque tenía boquera. Y a la yuuya tampoco la admitió, ya que sus plumas estaban muy amarillas. Pese a la insistencia para entrar, San Pedro les cerró las puertas del cielo y comenzó a enseñarles el canto a los otros pájaros.

Pasaron tres días tomando las lecciones y San Pedro se percató de que ninguna de las aves había aprendido a cantar. Entonces decidió despedirlas; al cardenal le dijo que, aunque había aprendido un poco y era muy bello, quedaba fuera y su castigo será comer siempre chile. Al tordo le indicó que no había aprendido nada y como además era negro y feo no podría pertenecer al coro, así que su castigo sería comer los elotes de la milpa con el riesgo de ser cazado por los dueños. A la torcaza le señaló que, aunque era bella, pero por no aprender, recibiría el mismo castigo que el tordo y serviría de alimento a los dueños de las milpas.

Finalmente, San Pedro descartó a todos los pájaros del coro celestial y, después, fue a informarle a Dios que ninguna de las aves había aprendido el canto tal y como estaba en el libreto. Entonces Dios le preguntó si todos los pájaros habían tenido la misma oportunidad para aprender el canto. San Pedro contestó que no, porque le había negado la entrada al cenzontle, al ruiseñor y a la yuuya. Lo que no sabía San Pedro, es que estas tres aves habían escuchado secretamente las clases de canto que les impartieron a los otros pájaros.

Dios le dijo a San Pedro que les diera la oportunidad a aquellas aves de conocer el libreto y ensayaran el canto. Así que llamaron a los tres pájaros y cantaron espléndidamente, tal y como estaba en el libreto. Dios estuvo tan satisfecho que los premió diciéndoles que desde ese día en adelante, formarían el coro que tanto había anhelado. Hasta hoy cantan muy bonito estos tres pájaros: cenzontle, el ruiseñor y la yuuya. Así finaliza Ramón Ortegón este relato.

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