El ave que salvó el maíz
Carlos Evia Cervantes: El ave que salvó el maíz
Santiago Pacheco Cruz fue un profesor rural y gran escritor que dejó un enorme legado en cuanto a la tradición oral maya se refiere. La lectura de su obra es indispensable para el conocimiento de la mitología regional. A manera de ejemplo se ofrece el siguiente relato muy conocido en el medio campesino.
Cuando la vida apenas comenzaba en el Mayab, el pájaro Ts’iiw era distinto a como es ahora. Tenía un bello plumaje y sus ojos eran de color castaño. Construía su nido y criaba a sus hijos como lo hacen todas las aves. Un día Yuum Cháak, el dios de las aguas, observó que el suelo iba perdiendo su fertilidad. Decidió que el monte fuera quemado para que las cenizas fertilizaran la tierra. Como el trabajo era de gran magnitud, convocó a todos los pájaros y les dijo que necesitaba su ayuda. Pero explicó que antes de quemar era preciso que las diferentes clases de semillas sean recogidas para las siembras del año próximo.
A la mañana siguiente Ts’iiw fue el primero en ir trabajar y reunió más semillas que ningún otro pájaro. Pero después de muchas horas de trabajo se sintió cansado y con el permiso de Yuum Cháak, se retiró a reposar. Cuando los otros pájaros se dieron cuenta que el Ts’iiw estaba descansando, entonces comenzaron a perder el entusiasmo.
Yuum Cháak vio con alarma que el fuego iba avanzando rápidamente hacia el sembradío de maíz y que las aves no habían conseguido llegar a él. El maíz estaba en grave peligro de ser destruido para siempre. Alguien tenía que arriesgarse para salvar esas semillas.
El dios de las aguas solicitó la ayuda de las aves y pese su llamado, ningún pájaro pudo cruzarla pavorosa muralla de fuego. Cuando el Ts’iiw vio lo que estaba sucediendo audazmente atravesó la citada barrera. Los ojos le ardieron mucho y sintió que las plumas se le rizaban peligrosamente. Pero a pesar de todo, el valiente pájaro recogió las suficientes semillas para salvar el maíz.
Después del último viaje, la heroica ave cayó exhausta al suelo. Tenía los ojos rojos, las plumas muy quemadas y el cuerpo cubierto de ampollas. Su hazaña fue tan grande que los pájaros pidieron una recompensa apropiada para el Ts’iiw. Yuum Cháak sugirió que a su familia y descendientes se les diera el privilegio de usar los nidos de otras aves para depositar los huevos. Todos los pájaros del Mayab aceptaron gustosos la propuesta.
Para que los pájaros no olvidasen su promesa, Yuum Cháak decretó que los ojos de Ts’iiw permanecieran siempre enrojecidos y que los extremos de sus alas tuvieran siempre el color gris de la ceniza. Esta es la razón por la que este pájaro actualmente nunca construye su nido ni cuida a sus polluelos.