El gran descubrimiento en Balankanché

Carlos Evia Cervantes: El gran descubrimiento en Balankanché

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El 9 de septiembre de 1959, el guía de turistas de Yucatán, José Humberto Gómez Rodríguez descubrió una sección oculta en la cueva de Balankanche, en el municipio de Tinún. El hecho produjo de inmediato la visita de los arqueólogos, específicamente de Willys Andrews IV. Entre los resultados de la investigación subsecuente destacó la abundante presencia de objetos presuntamente de uso ritual. Se encontraron incensarios, metates y objetos en miniatura; incluso un fragmento de madera que era parte de un instrumento musical llamado tunkul. Entre las vasijas había algunas con la imagen de Tlaloc.

Vale la pena señalar que los primeros 350 metros la cueva ya eran conocidos por los habitantes de la región desde hacía mucho tiempo. Desde que era muy joven, el señor Gómez la recorría alumbrando el camino con la luz de las velas, como lo hacían todos los que entraban en ella. Ese día, después de terminar su turno de trabajo, fue a explorar la cueva, una vez más. Pero en esta ocasión caló una pared que le había llamado la atención en días anteriores. Primero encontró un pasaje pequeño y luego descubrió una gran sección que hasta ese día estaba oculta. Quedó maravillado al ver por primera vez tantas piezas arqueológicas juntas. Dada la magnitud del descubrimiento, se apersonaron al sitio Fernando Cámara Barbachano, propietario del área donde se encuentra la caverna, Agustín Franco Aguilar, gobernador del Estado de Yucatán en esos tiempos, y el sabio yucateco Alfredo Barrera Vázquez.

Uno de los rasgos más señalados por investigadores y que le da el nombre a la cavidad es la existencia de una bóveda denominada “El trono del Balam” especie de altar donde se supone se realizaban los rituales. La bóveda en sí, es una cámara semiesférica con una altura de siete metros y en el centro hay una columna natural, semejante al tronco de árbol. Por analogía, se consideró que representaba a la Ceiba Sagrada, presente en este caso, en el interior de la tierra.

En la misma sala de la columna se encontraron 29 incensarios, metates y platos en miniatura, así como ofrendas de joyería y cerámica. Al final de la ruta turística hay un cuerpo de agua, de 200 metros de largo, y cerca de él se encontraron decenas de metates en miniatura y pequeñas vasijas que parecen de juguete. En estos últimos años miles de turistas llegan a Balankanché para admirar esta parte de la caverna.

Don José Humberto ha sido también un gran maestro de los guías de turistas y estudioso incansable de la cultura maya. Durante décadas ha prestado sus servicios a viajeros y visitantes distinguidos. De esta forma ha promocionado el patrimonio cultural de Yucatán en otras partes del mundo con una genuina humildad, la que se da en los hombres verdaderamente grandes.

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