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Los mitos de los hombres que se transforman en animales existen en varias partes del mundo. A esta clase pertenece el muy conocido relato del Wáay Chivo de Yucatán y éste tiene un vecino en la región oriental de la isla de Cuba.

En su magnífica obra sobre la mitología cubana, Samuel Feijóo presentó una narración cuyo personaje central es conocido con el nombre del Cagüeiro. En las versiones se dice que el protagonista tiene el poder de transformarse en cualquier animal al verse perseguido en alguna de sus fechorías. Según el mito, el Cagüeiro pronunciaba un conjuro y se convertía en cerdo, cabra, vaca, conejo, pájaro o en lo que deseara.

David González Gross, a petición de Feijóo, recogió numerosos datos sobre el Cagüeiro y según sus reportes, este personaje se transformaba en un animal para poder burlar a la Guardia Rural si era perseguido cuando robaba en las tiendas de las comunidades. A manera de ejemplo, González Gross cita a uno de sus informantes, Manuel Lahera, de la comunidad Palma Soriano, en Santiago de Cuba:

“Allá por el barrio de La Aduana hubo una vez un Cagüeiro al que la gente estaba vigilando. Una noche lo esperaron y justo cuando robaba gallinas le gritaron, inmediatamente se convirtió en puerco. Sus perseguidores le dispararon un tiro de sal y lo hirieron en la pata derecha de adelante. Al otro día, el alcalde del barrio comenzó a visitar casa por casa, y en una de ellas, se encontró a un hombre herido con sal en el brazo izquierdo. La Guardia Rural se lo llevó preso por ladrón y por Cagüeiro. Es verdad que los cagüeiros existieron, pero ahora ya no”.

González Gross le contó a Feijóo que su padre tenía una finca y siempre vigilaba a sus trabajadores para que cumplieran sus tareas y no flojearan. Éstos nunca lo podían ver, pues él se paraba en las lomitas y se escondía detrás de los árboles. Según nuestro informante, cuando su padre veía a un hombre descansando en horas de labor, el día de pago les decía: “Si te vuelvo a ver sentado debajo de un cedro, como el lunes, no te doy más trabajo”. Los empleados se sorprendían y al paso del tiempo le comenzaron a llamar Cagüeiro, porque creían que se transformaba en algún animal y así los podía espiar sin que ellos lo vieran.

Samuel Feijóo abunda en el tema citando a la escritora Carmen Lovelle oriunda de Palmarito de Cauto, Santiago de Cuba: “el Cagüeiro se puede convertir en cualquier animal: chivo, serpiente, etc., y hasta en algo inanimado como el tronco de un árbol caído. Me contaron que el Cagüeiro, cuando iba por el monte a realizar sus transformaciones, se ponía la camisa al revés”. Por cierto, los cagüeiros solo podían tener una camisa.

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