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En el sur del municipio meridano hay muchas comunidades con poca población, pero con una gran riqueza en cuanto a tradición oral se refiere. El 8 de abril de 1999, María José Gómez Cobá, Fátima Tec Pool y Yo, fuimos a explorar una cueva en la comisaría de Dzununcán y como actividad colateral recabamos el siguiente relato.

Don Venancio Uitz Abán nos contó que hace mucho tiempo la gente entraba a la gruta Boxaktún porque se creía que los antiguos hacendados guardaban su dinero en el interior. Después los pobladores evitaron acudir a esa cavidad debido a lo que le sucedió a Marcos Uh, un anciano de la comunidad. En una ocasión, acompañado de un joven, fue a chapear en un terreno para el cultivo del henequén, cerca del plantel Zapote, donde está la gruta Boxaktún.

Don Marcos oyó un ruido extraño junto a él, pero como no estaba bien de la vista llamó al joven y le pidió que averiguara qué estaba sonando allí. Cuando el muchacho llegó al lugar encontró una tremenda serpiente: era la Tsukán. Entonces el joven le dijo al señor: “Ay, abuelo mejor vámonos de aquí porque si no, nos van a comer. Eso pasó el 15 de septiembre, fecha en la que las culebras vuelan; pero no las culebras normales, sino las culebras sagradas”.

Así que el joven, llamado Gaudencio Uh, puso a salvo al anciano y después tuvo el valor para subirse a un árbol grande de jabín y ver a la serpiente. Miró cómo se estaba yendo; además pudo observar que ese animal tiene crines como si fuera un caballo. Desde el árbol, el muchacho vio cómo la serpiente se metió en la cueva Boxaktún. Cuando los hombres llegaron a Dzununcán se lo contaron a la gente.

Venancio continuó su relato afirmando que si fuera un animal común los hubiese atacado y aunque no los tragara sí los pudo haber matado. La serpiente Tsukán vuela, pues ya tiene sus alas; no es una bestia verdadera, es sagrada y no cualquiera lo puede ver.

Según Venancio, esa gran serpiente es un espíritu o dueño del dinero que guardaron los patrones de las haciendas de Itzincab, Ticimul y Santa Cruz. Marcos Uh ya murió hace tiempo; lo mató un volquetero en un accidente de tránsito. El muchacho Gaudencio todavía vive en la esquina donde está la agencia de cervezas.

Todo esto pasó hace 30 años, dijo Venancio, desde entonces nadie más volvió a entrar a la cueva de Boxaktún y nadie ha vuelto a ver a la Tsukán. Por último contó que algunas personas dicen que, en una de las paredes de la gruta, está la imagen de una virgen. También aseguran que, en otra parte, hay muchas letras escritas y que esa es la maya verdadera. Así terminó el relato.

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