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Resulta un tanto contradictorio que un régimen que desde el principio aspiró a ser reconocido como austero, a menos de 45 días de asumir la administración, en el terreno de los hechos, comience a ser identificado con el derroche. Y no me refiero exclusivamente a los costos monetarios, como los derivados de la apresurada cancelación del aeropuerto de Texcoco, sino también a los costos en su prestigio, que ha comenzado a sufrir estragos por las decisiones aceleradas.

Porque la confianza y la credibilidad son los activos más importantes de todo gobierno; confianza o certidumbre económica para evitar el castigo de los mercados, y credibilidad social para aprovechar la sinergia colectiva de trabajar en conjunto para un solo objetivo.

Y el deterioro causado por la manera inapropiada en que se abordó, hace unos días, el combate al robo de hidrocarburos, por dejar de incluir las acciones de acompañamiento requeridas para aminorar sus efectos perniciosos y, peor aún, por carecer de una política eficiente de comunicación y de administración de daños, no resulta para nada despreciable, pues dejó la impresión de que tenemos o bien un gobierno incapaz por su falta de dimensión previsora o un gobierno débil que no puede sobreponerse a las acciones de sabotaje de un ente nebuloso.

Y aunque no resulta un dato menor que el gobierno se haya abstenido, hasta hoy, de ofrecer un plazo concreto para solucionar los problemas de distribución de hidrocarburos, lo peor es que se haya permitido que el presidente Andrés Manuel López Obrador cargue personalmente con toda la responsabilidad de este percance, para dejar a salvo a sus secretarios y al director de Pemex, lo que en términos ajedrecísticos equivaldría al absurdo de sacrificar al rey por un alfil.

Pues aunque pocos puedan poner en duda la legitimidad del gobierno, dada su votación, no hay que olvidar que un régimen, según ejerce el poder, va ganando o perdiendo legitimidad, que con el paso del tiempo generalmente disminuye.

A nadie en el país le conviene el debilitamiento súbito de la figura presidencial, menos al principio de su gobierno. Por ello son motivo de preocupación los resultados obtenidos por Demotecnia, De las Heras, en su sondeo del 11 de enero, que consigna que en la pregunta: ¿Considera que las autoridades están informándole a la población, en tiempo y forma, sobre el desabasto de gasolina y sus consecuencias o no? hubo un empate (43%) entre las afirmativas y las negativas, que llega al 51 % cuando se suman, por la naturaleza de la pregunta, las que respondieron “en parte”.

Lo que significaría que, a pesar de que el 65% apoya la decisión presidencial de combatir el robo de gasolina, por primera vez se registra una pérdida sustancial de credibilidad del gobierno de AMLO, del 53% contra el 43% que lo aprueba.
Derrochar capital político nunca es conveniente. Hay que rectificar a tiempo.

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