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La semana pasada Leo Zuckermann publicó que el Tren Maya es una tontería. Puede ser una ligereza debido a su prisa por sus múltiples ocupaciones en los medios capitalinos, pero es una majadería que no estoy dispuesto a dejar pasar.

Iniciaré comentando que hace tres años la velocidad promedio del ferrocarril Coatzacoalcos-Mérida era de 10 Km/hora; entonces el gobierno federal, con una “generosa” inversión, sustituyó uno de cada cuatro durmientes de madera por los de concreto y gracias a ello hoy día puede alcanzar 30 Km/hora.

Presumo que desde hace lustros, décadas tal vez, los trenes del centro y el norte del país alcanzan por lo menos dos o tres veces la velocidad que conseguimos ayer en el sureste y sus durmientes de madera tienen 30 años, por decir algo, de haber sido erradicados.

Imaginen las implicaciones que ello tiene en el costo de transporte de las mercancías, encareciendo el precio de la canasta básica en la región. Más importante para mí, sin embargo, es destacar las oportunidades de crecimiento económico perdidas, que han impedido aquí el desarrollo, por ejemplo, de la industria automovilística.

Lo que, a la luz del desarrollo alcanzado por las otras regiones, beneficiadas consistentemente por la inversión federal, nos hace parecer flojos o perezosos.

Lo peor es que cualquier argumento es válido para impedir la inversión federal en el sureste y canalizarla a las otras regiones.

No cuestionaron la refinería que Calderón se comprometió a construir en Tula, que luego abandonó. Tampoco se objetaron los ferrocarriles que proyectó Peña Nieto: México-Querétaro, cancelado por falta de recursos; Toluca- México, inconcluso; ni el Tren Ligero de Guadalajara. Mucho menos la espuela ferroviaria exigida por Kia Motors, en Monterrey.

Pero cuando se trata de los proyectos de la refinería en Dos Bocas, el Tren Transítsmico y el Tren Maya, son calificados groseramente de tonterías.

Lo peor es que lo hacen con afirmaciones falsas: no es cierto que no existan estudios para la construcción del Tren Maya, porque, aunque al nuevo gobierno no reconozca los aciertos de los anteriores, se hicieron desde el sexenio de Calderón y se continuaron con Peña Nieto, incluyendo el tramo Mérida-Playa del Carmen. Y los estudios de impacto ambiental están en curso.

Por otra parte, es falso que el Tren Maya sea el que sustituya al aeropuerto de Texcoco, eso lo harán los de Santa Lucía y Toluca.

Asimismo, el criterio de viabilidad económica no aplica para todas las obras de infraestructura, porque, si así fuera, no se hubiera construido el Metro de la Ciudad de México, que resulta ampliamente subsidiado. No obstante, hay una cosa en que Zuckermann acierta: las entidades del sureste somos las de menor densidad poblacional y en ello coincide con los tecnócratas, es decir: no pintamos. No importamos.

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