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El artículo que en este momento lees cierra el ciclo de mis colaboraciones para El poder de la pluma, primero con Milenio Novedades y ahora con Novedades Yucatán, pues he decidido tomarme un año sabático. Y conste que lo de “año sabático” no debe entenderse en el sentido estricto del origen del término, toda vez que depende, como casi todo, de nuestro libre albedrío.

Así como no tuve que colaborar aquí por seis años para tomarme el séptimo como indica estrictamente la ley mosaica, ni siquiera estoy cierto de su duración que probablemente puede extenderse más allá de 365-366 días, como algunos quisieran, pero que también puede ser más breve, para su desencanto.

En otras palabras, debo confesar que estuve buscando una manera, lo más elegantemente posible, para comunicarles la decisión que he tomado de abdicar a mi privilegio de conectarme con ustedes todos los lunes, a prima hora, y pensé que haciendo alusión a la norma a la que, según los judíos, incluso el Creador tuvo que sujetarse, le otorgaría un carácter hierático, de una fatalidad tan contundente como aquella a la que eran tan afectos los griegos.

Pero, debo aclarar, sin embargo, para decepción de algunos, que de ninguna manera he sido forzado a tomar esta decisión por haber sido condenado al ostracismo por autoridad ni tribunal alguno, sino que ha sido una decisión tomada voluntaria y soberanamente, aunque utilitaria, pues a cambio puedo recuperar un tiempecito para dedicarme a emprender algún negocio que contribuya a mejorar mi economía o, si quiero, al ocio.

De tal manera que, como mi amigo y compañero de debate Luis Correa Mena, continuaré participando en programas tales como “El Columnista Radio” de Efrén Maldonado y en algunos otros donde soy invitado ocasional.

Si hago un recuento, como marcan las normas, de las experiencias que tuve en este tiempo, el sentimiento que prevalece es el de la gratitud: al director Gerardo García Gamboa que apoyó decididamente el proyecto editorial; al incansable enciclopédico Martiniano Alcocer Álvarez, a Fernando Worbis Alonzo, mi asesor personal de buen gusto, pero sobre todo a ustedes queridos lectores, ocasionales o de planta, que, sea por coincidir con mis puntos de vista, sea para prepararse para confrontarlos o simplemente por esparcimiento, me otorgaron la gentileza de su atención.

El segundo sentimiento dominante es el del deber cumplido: ser puntual en la entrega semanal, así como expresar mi opinión tal como es, sin dejarme presionar por persona alguna o por intereses o conveniencias que pudieran apartarme de mis más íntimas convicciones, a pesar de las veleidades que son distintivas de los procesos políticos y partidistas y que generalmente arrollan y someten a quienes opinamos sobre ellos.

No me despido porque seguramente podremos encontrarnos en otro lugar y en otra causa. O luego, quizá, aquí mismo.

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