Ruido y al final la soledad

Cesia Rodríguez Medida: Ruido y al final la soledad

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La transformación vertiginosa de las sociedades obliga a los individuos conscientes o inconscientes a resistir o amoldarse, la compleja actividad de las relaciones sociales en la época de la posmodernidad construye nuevas manifestaciones de individualismo, de la necesidad de separarse de la masa por obstrucción de las ideas propias resultan efectos de ruptura para todo aquello que genere un sentido homogéneo y de pertenencia a la sociedad así como al modo de vida en comunidad.

Las redes sociales, la política, el arte y la información masiva, son sólo una muestra de que todo ha sido impregnado de una “sobre multiplicación de elecciones”, definición que utiliza el escritor francés Gilles Lipovetsky en su libro La era del vacío (2002), para explicar el entramado de seducciones que ofrece la sociedad de consumo. Los símbolos constantes en que los individuos son sometidos generan un entorno de confusión que obligan a una nueva manifestación de personalización, pero no es más que “un nuevo tipo de control social liberado de los procesos de masificación-reificación-represión”. Éste abanico de opciones genera en los hombres y mujeres la búsqueda constante por el placer efímero, el hedonismo de consumo, que lejos de crear estabilidad emocional y social, transgrede las relaciones entre individuos al cosificar cualquier manifestación de la vida íntima y colectiva, desechando ideas, valores y costumbres. La carga simbólica menciona Lipovetsky genera “indiferencia por exceso” el agobio por la extensa difusión de necesidades construidas por el mercado transfiere a la persona a un campo de insaciabilidad en la soledad, implantando la angustia como un modo natural de la condición de vida en la posmodernidad. El autor menciona, acertadamente, que “se acabó el tiempo en que la soledad designaba a las almas poéticas y de excepción aquí todos la conocen con la misma inercia”, sin embargo, se romantiza la soledad para la “inversión narcisista”, se intensifican los servicios para ocio y diversión que no requieran de la socialización ni interacción.

Al individuo ya nada le sorprende, el espectáculo en que se ha convertido la vida pública lo obliga a distanciarse o limitarse a la apatía participativa, síntoma que se va reflejando en la ausencia de intereses colectivos, se reduce a ser espectador del desorden social, prefiere reducirse en la congoja de la soledad. Todas las esferas se han visto manipuladas por este efecto de personalización, cabe destacar que no es un tema novedoso, otros autores han estudiado este fenómeno en el capitalismo, no obstante se van desentrañando nuevas facetas que permiten analizar los posibles efectos que pudiera generar éste nuevo estilo de vida, porque no termina sino que encuentra nuevas formas de mutar con el único motivo de eliminar lo revolucionario: la conciencia. El experimento sistemático en la era del consumo exige identificar estos rasgos de la individualización que van determinando el devenir de nuestras sociedades y sus modos de convivir.

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