La paradoja de la escuela

Cesia S. Rodríguez Medina: La paradoja de la escuela

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La escuela moderna como institución para la formación de niñas, niños y adolescentes, ha sido desde su conformación un eslabón importante hacia la reconstrucción del progreso social, es decir, que su función debe contribuir de manera contundente a resarcir factores que afectan el bienestar y la prosperidad de los individuos, ya que de ella surgen diversas formas de pensar y actuar que se trasladan hacía la realidad en sus distintas interacciones, acciones vinculadas al currículo escolar del que se apropian los estudiantes, es por estas razón que podemos decir que existe una corresponsabilidad permanente entre los dos escenarios: sociedad y escuela.

Sin embargo, si la escuela parte de ser la preparación para el modelo ideal de sociedad, dista de poder cumplir las exigencias que de ella se esperan. Esto no quiere decir que ha fallado, ya que en este esfuerzo por solventarlas durante décadas, hemos experimentado la modificación de estrategias estructurales, la incorporación de programas extra curriculares y cambios en el enfoque de contenidos y habilidades considerando las problemáticas que se observan en la vida social como la única forma intervenir para el cambio, y en este sentido, la escuela se establece como un instrumento para educar, pero representa al mismo tiempo, un conflicto ambiguo entre sus funciones, ya que por un lado adquiere un carácter liberador, pero al mismo tiempo represivo. En este punto convergen distintas miradas como la de Émile Durkheim (1858-1917), precursor de la sociología de la educación, quien menciona que la escuela es determinante para la integración de los individuos en la sociedad, debido a que condiciona pautas morales que permiten el control homogéneo, pero al mismo tiempo, posibilita a través del desarrollo intelectual trascender hacía la transformación de nuevas prácticas culturales, concibiendo la oportunidad de establecer una forma armónica de convivir.

Por otro lado, Pierre Bourdieu (1930-2002), concibe a la escuela como el medio en el que se fabrican las diferencias sociales y se reproducen las estructuras sociales, donde se enseña la cultura de una clase dominante con el fin de conservar las diferencias sociales, un modelo jerárquico hegemónico que no tiene otro fin más que perpetuar el modelo económico-social-cultural.

Paulo Freire (1921-1997), por su parte, define a la escuela como un espacio de concientización del mundo, podemos decir como una forma de desenmascarar lo social, pensando siempre en la posibilidad de la esperanza y la utopía hacía un mundo mejor, donde no quepan las diferencias y desigualdades.

En consecuencia, estos autores comparten la idea de asignarle a la escuela un papel activo que incida en el proceso evolutivo del ser humano, una institución transformadora y crítica en sí misma, por esta razón es importante repensar la escuela ahora que parece que el destino humano se encuentra en una paradoja sobre el futuro que aspiramos tener.

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