A favor de la cultura
El Poder de la pluma
En enero de 1994 abrió sus puertas el Centro Cultural del Niño Yucateco, un espacio concebido para acercar a las niñas y los niños al arte y estimular su creatividad. La respuesta fue maravillosa, teníamos las aulas llenas, los maestros apenas y teníamos tiempos de respiro; además de las horas frente a grupo, siempre estábamos siendo capacitados en diferentes actividades artísticas y talleres o en juntas que nos servían para retroalimentar nuestro trabajo con los pequeños.
Sin duda, ese espacio fue gratamente significativo en mi formación como artista y como docente.
Y eso no es gratuito, tiene que ver con que ahí estaba el corazón de una de las mujeres más amorosas e inteligentes que ha nacido en Yucatán: Beatriz Rodríguez Guillermo.
Ese amor suyo por las niñas y los niños se materializó en ese entrañable ex Cuartel de Dragones. Para la inauguración del Centro Cultural, mandó a hacer un traje de dragón y nos compartió su plan: el maestro de gimnasia se lo puso.
En algún momento de la inauguración llevamos a los niños al frente del Centro y el “dragón” apareció en el techo del edificio con la intención de volar.
Los niños corrieron hacia él y el dragón desapareció. ¿Voló? Los niños de esa generación siempre estaban buscando al dragón o diciéndole a los nuevos que ahí había un dragón, que ellos lo habían visto con sus propios ojos.
Nunca faltaba el niño que decía que sus descansos los iba a ocupar en encontrar al dragón, pues estaba seguro que ahí vivía.
El Cecuny fue un espacio innovador por su formato y por los talleres que impartíamos, por el perfil de los maestros: era importante que fuéramos artistas para compartir nuestra pasión por el arte.
A mí el tiempo, la vida y el teatro me llevaron por diferentes caminos, pero tengo entre mis pendientes darme una vuelta al Cecuny, hay tanta historia guardada ahí.
Tanta labor y estudio de Beatriz Rodríguez y del equipo de gente que la acompañaban. Creo que es inevitable pensar que, si se celebran los 25 años de creación del Cecuny, habrá que celebrar también la vida de Beatriz, porque mucho de su trabajo y su vida están en ese proyecto que ha sobrevivido tantos años.
Tenemos una deuda cultural con la querida maestra, poeta, ensayista y amorosa creadora, su nombre estará ligado siempre a generaciones de niños que quizá no se dedican al arte, pero que tuvieron una experiencia significativa en el Cecuny.
Ya ves Beatriz, hay lugares y personas inolvidables: como tú. Espero que sigas volando por el universo con esa capacidad tuya de transformar dragones y abrazando a los niños que van con su maleta de sueños.
Te prometo que voy a darme una vuelta a nuestro amado Centro Cultural, recordando a don Elías en la puerta, a ti en tu oficina y a tanta gente que ya no está aquí con nosotros, pero está siempre en el corazón y la memoria.
De eso se trata: de tener memoria y no olvidar a quienes abrieron las puertas para construir a favor de la cultura.