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Siempre me inquieta que el color de la piel sea -para algunos- tarjeta de presentación. Entiendo que en el mundo del teatro, el cine y la televisión, los tipos y prototipos son importantes, pero limitar las cualidades de una persona por su color de piel me parece lamentable.

Es curioso porque también pasa del modo contrario: conozco compañeras que al inicio de su trabajo tuvieron problemas para representar personajes regionales por ser güeritas.

En mi compañía suelen cuestionar si Addy Téyer es yucateca, pues es güera de ojos verdes. ¿Cómo les explico que es una chela de Tekax y que el color de sus ojos no niega ni su estado de nacimiento ni sus capacidades artísticas?

Por fortuna, el trabajo de Addy se defiende por sí mismo, después de un rato de verla en escena, se vence cualquier prejuicio contra ella.

En ocasiones los prejuicios no se limitan al color de piel, también se relacionan con la figura: desde la delgadez extrema hasta la gordura, las mujeres pasamos por juicios constantes que nos agreden y que pueden hacer pedazos nuestra autoestima. Por eso me emociona que una mujer muy distante de los estereotipos esté conquistando portadas y alfombras rojas.

Sé que también hay una ola de rechazo hacia ella, “porque todo se le dio fácil y ni actriz es”.

¿En realidad creemos que en un medio tan competitivo alguien la tiene fácil? No lo creo, sé las batallas de muchas mujeres latinas para tener un lugar en Hollywood y sé que muchas veces para llegar a ese lugar han aceptado cambios agresivos en su físico.

Son muchas las artistas que sucumben a la cirugía plástica, la deformidad en su rostro, que es apenas un eco de lo que fue, obedece en muchos casos a la presión de los medios.

Algunas veces los costos de esas cirugías son muy altos, recordemos a Lucha Villa y la liposucción que causó severos daños en su cuerpo y que la mantiene alejada de su carrera y con necesidades de asistencia las 24 horas.

Los medios y la forma en que las mujeres somos atormentadas para mantener la eterna juventud o el cuerpo perfecto son inacabables.

Creo que las mujeres tenemos que hacer conciencia, no solo de lo importante que es mantener nuestra belleza natural, sino también de lo invasivos que suelen ser esos tratamientos estéticos.

Insisto en que admiro cuando alguien fuera de los estereotipos se vuelve el rostro del éxito; un rostro indígena, moreno, sin rastro de cirugía y con una enorme sonrisa brillando en su rostro.

Ojalá no sea solo cosa de tiempos, de momentos, de intentos por subsanar una política racista que ha despreciado a tantos migrantes, ojalá sea un movimiento real que abra los estándares de belleza y nos ponga a pensar que el color de la piel no merece ser motivo de discriminación o inferioridad. Bien por Yalitza y el largo camino que se abre ante ella, ojalá sepa andarlo con sus ancestros y la fuerza innegable que hay en las mujeres indígenas.

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