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Creo que todos coincidimos en que contar con información amplia, oportuna y veraz resulta ser un factor clave en la toma de decisiones de cualquier tipo. Asimismo, es universalmente válida aquella afirmación de que solo es posible mejorar lo que somos capaces de medir y monitorear.

Recientemente, la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA por sus siglas en inglés) presentó la Hoja de Ruta hasta 2050 de la Transformación Energética Mundial, y en ese documento señala que la intensidad energética de la economía global deberá reducirse en dos terceras partes para el año 2050 con respecto al valor actual de ese indicador, si es que queremos alcanzar los objetivos relacionados con el clima y especialmente en lo que se refiere a reducción de emisiones de CO2 para limitar el incremento de la temperatura media anual global en menos de 2 grados Celsius.

La intensidad energética es una medida de la eficiencia energética de la economía de un país y está definida por la relación entre el consumo energético y el producto interno bruto (PIB).

Cuando su valor es alto, eso significa que a ese país le resulta muy costoso convertir la energía que utiliza en riqueza y se dice que se trata de una economía energéticamente voraz. Por el contrario, los países que obtienen un PIB elevado con poco consumo de energía, y por lo tanto un bajo costo en este rubro, son muy eficientes en su conversión energética.

En México es un indicador al que no se da difusión, pero deberíamos empezar a mirarlo con mayor frecuencia y prestarle cercana atención dada la creciente importancia estratégica que tiene la energía. En el informe preliminar del Balance Nacional de Energía 2017 que publica la Sener, se informa que la intensidad energética en 2017 fue de 509.69 Kilojoules por cada peso del PIB, lo que significó un decremento de apenas un 0.8% con respecto a 2016.

Además, en la década de 2007 a 2017, el coeficiente de correlación lineal entre el PIB y el consumo nacional de energía fue de 0.83, lo que indica una estrecha relación entre la demanda de energía y el crecimiento del país.

Así que para alcanzar una reducción de dos terceras partes como propone la IRENA, hay que realizar esfuerzos notables en la mejora de la eficiencia energética, que indiscutiblemente debe ir de la mano con una mayor participación de las energías renovables dentro de la mezcla energética total.

Los sectores que deben aplicar con mayor intensidad estas medidas de incremento de la eficiencia y participación renovable son la industria, el transporte y los edificios, estos tres sectores en su conjunto se enfrentan a un importante desafío que solo vencerán con innovación, desarrollo tecnológico, intensos procesos de renovación, e integración del concepto de ciclo de vida.

Solo así, la intensidad energética experimentará un favorable cambio disruptivo que es muy necesario y urgente.

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